lunes, 8 de diciembre de 2008

REQUIEM FOR A DREAM (IV) , Y POSTDATA : UN ESPERPENTO CONTINUO

I. LOS MITOS HISTÓRICOS

Hace algunos meses, en una entrada, se aludía a los llamados mitos históricos (*) y cómo, desde el presentismo, los colectivos los interiorizaban internamente, viviéndolos en el presente. El mayor riesgo que corre el uso del mito, como elemento legitimador de nuevas realidades, es el intencionado uso contradictorio del mismo, con objeto de modificar realidades presentes.
En nuestra España es un fenómeno creciente que se está viviendo y que lleva, entre otras manifestaciones por ejemplo, a sacar de contexto un mito y una realidad para forzar la sistemática reescritura de la Historia y no según fué, imaginandose por determinados grupos realidades alternativas que suplantan - en el espacio y tiempo - el hecho histórico que aconteció; se está viviendo en las nuevas Historias de los neonacionalismos administrativos los cuales, a causa de una sorprendente pasividad de gobiernos de UCD, y una increíble miopía del PSOE en determinado momento histórico en relación a transferencias educativas, han terminado enquistándose en regiones españolas y enquistados - nunca se olvide - en la estructura del estado y...de nuestra nación.
Una de las causas de éste proceso, no cabe duda, estuvo relacionada con la lucha soterrada entre dos variables, por no consensuarse la imagen del modelo de crecimiento nacional, que debería justificar nación y estado, dentro de las elites del tardofranquismo. De una parte, los defensores de la imagen reelaborada de España bajo el periodo liberal consolidado (básicamente entre 1833 y 1931) y, de otra, los defensores de la imagen latente y subterránea, de características paradójicamente anarcoides, que cristalizó en el confederalismo ibérico. Ambas siguen luchando hoy entre sí. Y de nuevo existe el escándalo y la confrontación política.
El proceso de modificación de hechos históricos empieza, naturalmente, por los niveles inferiores a la enseñanza, y culmina en los superiores. Considerar que España, por ejemplo, es creación del mercado capitalista en el siglo XIX, es un ejemplo. Considerar que Andalucía es "nacionalidad histórica" (pues claro que lo es en sentido regionalmente singularizado; pero lo es por su matriz española, europea y occidental, no en su abrumadoramente inexistente matriz orientalista y arábiga) , es otro ejemplo. Afirmar (el canto de Els Segadors siempre es inquietante) que los hipotéticos Borbones malos son la causa del retraso y decadencia catalana reviste ya el summun del esperpento (en fín, no se hablará aquí de Historia catalana). La expresión "Spain is different" es rigurosamente cierta, para bien y para mal. Existen al respecto innumerables ejemplos en nuestra propia historia española, como en la percepción de los viajeros extranjeros que visitaron nuestra patria.

II. LOS INEXISTENTES CASTILLOS DE ESPAÑA

El duque de Saint Simon, a principios del siglo XVIII, en sus visitas a España, hoy nos sigue hablando a través de su correspondencia y sus obras publicadas, y se preguntaba dos cuestiones sobre nuestra nación. Una de ellas evidentemente se refería a la realidad de los Chateauxs en Espagne, expresión coloquial francesa referida a los imaginarios colectivos. En España no existió en ámbitos locales una clase alta preburguesa o nobiliaria titulada, que se consideraba urbana aunque residiese en zonas rurales, centrada en dirigir la transformación del paisaje rural circundante y residente en las mismas zonas rurales, como la conocieron otras naciones europeas. Esto provocaría una profunda disociación sociológica interna patente en el deambular del tiempo, dramáticamente en los siglos XIX y parte del siglo XX.
Éste papel - sobre todo - en nuestra nación lo acometería parcialmente la Iglesia, a través de las órdenes monásticas, y de ahí esa peculiar imbricación entre el pueblo y la Iglesia, siempre visto por los viajeros extranjeros desde el siglo XVI; y que vivieron, algo más de cien años después de las visitas del Duc de Saint Simon, a su pesar y para su espanto los franceses en la Guerra de Independencia.
Una de las grandes paradojas de la Historia española la consignan siempre los viajeros extranjeros, no digamos los embajadores; el pueblo español siempre se manifestaba en su dignidad frente a los estamentos superiores a través de la Iglesia, esencial elemento a favor de la movilidad social (pese al carácter aristocrático de la alta jerarquía eclesiástica) en una nación atenazada, siempre, por el intento de jerarquización en castas, y por el simultáneo mito de la limpieza de sangre.

¿Chateauxs en Espagne? Saint Simon alude a ello, a su inexistencia. Significaba que no existían en España. España, entonces, hoy más dramáticamente, estaba vacía. Un español protestará inmediatamente; "¡Pero si España está llena de castillos!". Bueno, en ruínas desde la Edad Media. Saint Simon aludía a otra realidad en su escrito indudablemente. Una realidad inexistente en España.
La manifestación de esa realidad social aún existe por el contrario hoy en amplias zonas de Europa, diríase creaba en los siglos XVI, XVII, XVIII, realidades culturalmente rururbanas; incrustaba, en medio de la naturaleza, la imagen de la comodidad, la imagen de la estética, el lujo urbano de entonces redescubierto sobre todo por la cultura renacentista en las ciudades.
Y, ausente en amplias zonas de España, hoy se manifiesta en tantas realidades europeas en ese maravilloso patrimonio en piedra de las residencias dirían los españoles palaciegas, en sus países de una próspera nobleza menor y clase campesina muy acomodada por siglos en las zonas rurales en muchas zonas europeas; residencias que jalonan el paisaje de tantas zonas densamente pobladas de Europa.
En un país europeo existen hasta cinco mil chateauxs así, en otro posiblemente quince mil. Cuadriculaban el terreno cada pocos kilómetros. Evolucionaron conscientemente a través de los siglos. El Chateau rivalizaba en aparente fasto y esplendor con la Iglesia rural. Entre ambas realidades se organizaba la sociedad de aquellas pequeñas comarcas. En función de la importancia de las familias aumentaba la importancia del Chateau.
Y fué decisión de aquellos acomodados (no solamente nobles titulados) vivir como en la Corte; imitaban ésta revalorizando mas orgullosos su zona, se relacionaban entre ellos naturalmente, y simultáneamente con la población de su zona.
Mientras viajaba y alojado, en el siglo XVIII, un Rey sueco por un commoner (miembro no noble) exclamó envidioso al ver aquella increíble granja con pretensiones palatinas : "¡Demasiado Real para un plebeyo!".
Saint Simon decía posiblemente algo más. Se olvida, sobre todo, la influencia civilizadora en tantos aspectos en el entorno rural. En primer lugar, entre infinidad de manifestaciones, la decisión de aquellos notables rururbanos de cultivar bosques (silvicultura racional) aseguró la no deforestación, fines del XVIII, principios del XIX, parte del XX, de aquellas naciones crecientemente pobladas. En segundo lugar, pese a ser campesinos y considerándose urbanos, impulsaron espléndidos jardines y parques, relativamente baratos si se tiene en cuenta la gratuidad del terreno y las características climatológicas de una serie de zonas. La decisión de tener bibliotecas en medio del campo y de la campiña (una en la ciudad, una en el campo, o bien una en el campo igual que la de ciudad, caso de no tener residencia en la ciudad), multiplicaba las posibilidades de difundir el conocimiento y las técnicas a los oyentes potenciales.
Los ejemplos más interesantes se encuentran en el paisaje alemán, en donde en una serie de zonas el comunitarismo jerarquizado de los campesinos generó aquellos pueblos espléndidos, tan cómodos e igualitarios arquitectónicamente y urbanísticamente, presididos por los castillos.
Fué decisión de aquellos notables, en una serie de zonas europeas, la de cultivar masivamente patatas, y aconsejar a los pequeños campesinos hacerlo. Cultivaron pues muchas patatas, tubérculo descubierto por los españoles, para evitar hambres, y ya por sistema en los siglos XVIII o XIX.
En Irlanda, en el siglo XIX, pudo ser consejo erróneo; y hubo una terrible mortandad (tras generarse una superpoblación causada por la abundancia de alimentación) causada por una enfermedad de la patata. El proverbio francés que considera a los belgas, despectivamente, como "comedores de patatas fritas" encubre el complejo histórico de las hambres campesinas inexistentes en Bélgica en el siglo XVIII y sí en Francia.
En España, al respecto, no se hizo nada ni se tomó ninguna decisión, fuese para bien o para mal y hubo, en regiones españolas, hambres hasta principios del siglo XX, hambres como las de Etiopía (esa realidad y no mito sigue en el imaginario en algunas regiones).

La diferencia histórica estaba en que, en un lado, hubo - dispersas y dispersos por todo el territorio de una nación - aristocracias rururbanas (es decir, sistemáticamente bilocalizadas entre el campo y en la ciudad), y en amplísimas zonas de España no existieron así.
Las aristocracias españolas, y no solamente se habla de nobleza de sangre con éste vocablo, por el contrario, en la mayor parte de las regiones peninsulares siempre fueron, sobre todo , ya sustancialmente urbanas desde el siglo XV y XVI; esto provocó, finalmente, un continuo retroceso en los campos en amplias zonas de España en donde el abismo, en muchas zonas, entre la realidad vital de muchas zonas rurales y la realidad vital de las ciudades, con un extraordinario refinamiento, fué crecientemente acelerándose entre los siglos XVI y XIX.

IIi. ¿Existe España?

Y la segunda cuestión, que se planteaba Saint Simon era ... si España existía. El duque de Saint Simon se planteaba éste interrogante , vistas bien las tremendas diferencias paisajísticas, bien climatológicas, bien lingüísticas(aunque se comunicasen entre ellos en español), siempre existentes entre las diferentes regiones españolas. Él no iba a negarlo finalmente pues estuvo recorriéndola, y viviendo en ella un tiempo.
Pues claro que existía España: pues nadie obligaba a fines del siglo XVII y principios del XVIII a todos los españoles a ser españoles, a autoconsiderase españoles. Nadie obligó a los catalanes - equivocándose de bando - a participar en una guerra civil dinástica en contra del Rey que ganaría la misma e inauguraría una nueva dinastía en España, la que hoy es cabeza de España y simultáneamente del estado español plasmado constitucionalmente desde 1978; aunque, ya que se la acusa tanto de "francesa" olvídanse las vinculaciones de la monarquía francesa siempre con España, a través de los matrimonios de tantos Reyes de Francia con mujeres...españolas...
Los catalanes, desde luego, una vez terminada aquella Guerra Civil que inauguraría una nueva dinastía en España, no se caracterizaron por oponerse extraordinariamente al intento uniformizador administrativo impulsado por los Borbones ni a la complejización del control centralizador a través de la Nueva Planta durante el siglo XVIII.
Como tampoco los catalanes, históricamente, se opusieron excesivamente a la unificación administrativa en el proceso de consolidación del estado liberal español durante el siglo XIX. Bien, podría hablarse en sentido contrario del proceso histórico del carlismo y de los agraviados a mediados del siglo XIX, pero el mismo fracasó; y nada tienen que ver, estos procesos, con el neonacionalismo administrativo catalán hoy, o el neonacionalismo administrativo en vascongadas.
Paradójicamente la directriz constitucional actual de 1978 contradice el Proceso histórico centralizador radical impulsado bien por la España afrancesada (y aceptado por las Españas afrancesadas), bien por las Cortes de Cádiz, bien por las reformas impulsadas por la burocracia realista e impuestas por Javier de Burgos desde 1833.


Postdata.

De manera que nada se entiende, ahora y visto supra, respecto a los insultos o exabruptos proferidos contra la Monarquía por un diputado, no cabe duda persona irreflexiva y de carácter algo primario ; y tan profundamente dogmático que empieza a pensarse si no encarna , más que el tradicional seny catalán, las peores esencias (también hay muy buenas esencias) de una España (da igual sea catalana, andaluza o castellana) que poco piensa y ... siempre embiste .