domingo, 18 de noviembre de 2007

ANOTACIONES LIBERALES: BELGICA Y UNA NECESARIA UNIDAD NACIONAL.

En un periódico moderado español y monárquico constitucional de 1837 se encuentra una frase, erróneamente lapidaria, en referencia a la Constitución belga: "los belgas serán holandeses o franceses", clarísimo error de coyunturalismo en el análisis, pues no son evidentemente ni una cosa ni la otra.
Bélgica, debe recordarse siempre, es el Reino de los belgas (el monarca constitucional no es monarca de Bélgica, no, sino monarca de los belgas) y su lema nacional es L´Union fait la force. Una pequeña nación llena de singularidades, como de diferencias étnicas profundas entre sus dos grandes colectivos integrantes fusionados en torno a Bruselas, gran metrópoli europea, francófona en un 90% y erigida en el seno de territorio flamenco. Sin embargo, todos sus habitantes se sentían belgas hasta no hace muchos años: como en Suiza los suizos, pese a ser miembros de una etnia lingüística en primer lugar, todos se autodefinen como suizos.
Bélgica, igualmente, acoge muchas instituciones europeas en el proceso de la Unión Europea.
Las reducidas dimensiones territoriales de ésta nación y una climatología problemática no impiden la tradicional superpoblación y, también, uno de los paisajes del mundo más mimosamente humanizado y civilizado: y si se habla de Historia es preciso recordar, siempre, que Bélgica nunca se entiende como nación sin los linajes de Brabante y sin la religión católica que diferenciaba, a los belgas, de las antiguas Provincias Unidas de Holanda.
Los belgas gustaban ciertamente, en sus manuales de historia escolares, remontarse a la época de Julio César y la Guerra de las Galias...si bien es verdad que en todas las guerras europeas entre Alemania y Francia eran invadidos, mala suerte consecuencia de la geopolítica.
Como es preciso recordar el asombro de los españoles cuando conocieron aquella nación y su riqueza ya en el siglo XVI, que sigue impactando a muchos visitantes a principios del siglo XXI.
Una riqueza duramente ganada históricamente. La población de esta pequeña nación tiene, en cualquier colectivo, como rasgos definitorios el sentido común y el culto al trabajo.
Es cierto que los habitantes de ésta nación tienen, estos días, relativa conciencia de una profunda crísis, como es cierto que su población no es del todo consciente del increíble bienestar del que continúa globalizadamente disfrutando.
Bélgica es unos de los primeros países , en la Historia, que conoció su revolución industrial después de Inglaterra ; un país que evitó históricamente un hambre existente en otras naciones europeas hasta principios del siglo XX , y Bélgica fué un país rico y desarrollado ya antes de embarcarse, a principios del siglo XX, en la aventura colonial del Congo.
Una de las características de dicho país es el sentido común de sus habitantes: tercera nación más rica del mundo hacia 1900 sigue siéndolo entre las más ricas en muchos términos ponderados a principios del siglo XXI. Y otra característica es su profundo, en ocasiones excesivo, sentido autocrítico: se quejan mucho, desde quejas sobre sus autopistas (cuando su impresionante red gratuita era sin dudarlo la mejor de Europa en su momento), hasta problemas en su seguridad social y estado de bienestar
Su juventud muy autodisciplinada aún, lo cual llama la atención a un español de visita, educada y cultivada, es una de las mejores bazas de su futuro: es siempre agradable ver a casi la mitad de sus jóvenes que viajan en tranvías y metro, leyendo y estudiando (es decir, trabajando).
No en vano Bélgica, entre innumerables singularidades, es un país en el cual: nunca existió un Partido Comunista, no conoció en la contemporaneidad guerras civiles internas, mantuvo una nostálgica morriña por el recuerdo de la Belle époque anterior a 1914, se reconoció por el Pacto escolar el derecho a los padres a escoger centro para sus hijos, fué una nación de proverbial hospitalidad y de acogida de refugiados de todas las tendencias políticas del mundo entero y, por muchos años, disfrutó de una de las policías más comedidas y civilizadas del mundo (menos cuando se enfadaba y enfada).
Las ventajas heredadas de su historia común se manifiestan hoy por doquiera cuando se visita aquel país. La fusión de principios rectores y gestores tanto socialcristianos y liberales que hicieron la grandeza de esta nación desde 1830, generaron : una estable trayectoria política por muchísimos años, inclusive un Partido Social Cristiano, conservador pero profundamente social, y un Partido Socialista profundamente posibilista; por cierto, en parte auspiciado por los tradicionales y conservadores Barones de los Castillos.
Hoy la polarización interna ya no es ideológica o social sino que deviene en problemática por la interna étnica: el proceso de fusión interna entre valones, francófonos, y flamencos, empezando por sus capas sociales más altas, se ha paralizado . La polarización política es entre liberales y socialistas (cada vez más paradójicamente radicalizados) y las reformas federales de hace no muchos años pueden llevar la nación al confederalismo.
Fueron los principios monárquicos (pueblo que siempre aceptó jerarquías bien entendidas) y republicanos simultáneamente (pueblo profundamente igualitario en dignidad) , liberales y social cristianos, y sobre todo en un momento clave su socialismo gradual y posibilista, quienes hicieron la grandeza de esa nación pese a sus pequeñas dimensiones.
En estos días Bruselas está llena de retratos de los monarcas belgas: calles, comercios, domicilios.
Cualquier persona , bien intencionada y con sentido común, siempre deseará a los belgas que sigan unidos y tengan más exitos históricos, para beneficio de ellos mismos y para la ventura de todos los europeos.