viernes, 29 de junio de 2007

ANOTACIONES LIBERALES. LÍBANO (INTRODUCCIÓN)

En memoria de una dama libanesa.

Entrada correspondiente a día Miércoles 27 de Junio.


I

Unos soldados de nuestra Patria, España, murieron víctimas de un atroz atentado, mientras actúaban en cumplimiento de su deber. Estalla la polémica en prensa y también polémica política.
Unas pequeñas reflexiones anteceden a estas entradas previstas. Son entradas que pretenden sintetizar un análisis histórico naturalmente sobre la problemática libanesa.
Recuerdo en Ésta entrada a une grande dame libanesa, cristiana ortodoxa y árabe, fallecida hace dos años. Nunca visité el Líbano pese a estar invitado, desde casi adolescente, por esta gran dama libanesa a quien llamábamos, familiarmente, Mamina. Cuando por circunstancias imprevistas tuve que pasar un mes en Noviembre de 05 en Bruselas ante mí, una noche, estaba el Hommage a ella publicado en un importante diario libanés francófono. Entre el momento que la conocí por primera vez en 1969 y la lectura del Hommage pasaron casi 37 años.
Al día siguiente asistí a una Misa ecuménica y de rito melquita: estaba presente en ella el nuncio de Su santidad y dijo entonces el sacerdote, en su homilía, algo referido a las contradicciones de una tierra de religiones y, pese al sufrimiento en ella, siempre bendecida por Dios. Primero, sobre todo, a través de sus pueblos y de sus gentes. La Patria Libanesa, tierra de los Cedros.
Tanto ella como su marido se encuentran entre aquellas personas cuyos nombres la historia, con frecuencia, no recuerda. Dama libanesa, de una gran familia originaria y heredera de la tradición antíoquena, jugó con su marido un papel importante en el acercamiento entre las Iglesias. La residencia familiar en la montaña libanesa, esa montaña en donde los niños libaneses recitan las poesías de Rimbaud y fábulas de La Fontaine, fué lugar de conversaciones y encuentros decisivos en el camino del ecumenismo. Y cuando, finalmente, tuvo lugar el encuentro entre Su Santidad Pablo VI y el Patriarca Athenagoras, el matrimonio se encontraba muy cerca de ambos.
Conocí aquella gran dama por primera vez con motivo de la boda de una de mis tías, celebrada en 1969 , y la conocí en los salones del Hotel Ritz de París. Esta dama era hermana del esposo de una tía carnal mía. En aquellas fotos estamos seis sobrinos del nuevo matrimonio, cuatro niños españoles, un niño parisino y uno libanés.
En aquellos años , finales de los sesenta y principios de los setenta, existía la patria libanesa, tierra de leche y miel, tierra del Monte Líbano y de sus cedros,las impresionantes ruínas de Baalbeck y, con Israel, entonces una de las dos democracias asentadas en Oriente medio, en el caso libanés nada supuestamente Suiza de Oriente medio. España no era una democracia entonces, obviamente, sino un sistema autoritario. En aquel entonces el pequeño país de los Cedros, entre un mar de sistemas árabes autoritarios y totalitarios, albergaba bajo sus nevadas cumbres y los mil arroyos que descendían de sus laderas un ejemplar sistema pluridemocrático por cuotas como el convencimiento, en la prensa libanesa de entonces, que el conflicto árabeisraelí, cuya raíz última es la negativa de parte significativa de la Umma islámica a reconocer la existencia del estado de Israel, no tenía que ver con aquella pequeña y gran nación, una de las más antiguas del mundo.
Luego vino la compleja y terrible guerra civil, más bien debería hablarse de guerras civiles, libanesa. Aquélla democracia se sustentaba sobre dos realidades: la primera, el recuerdo de atroces matanzas pasadas, empezando por la memoria de los cristianos beyrutíes cuando los druzos descendieron para masacrarlos entre otras anécdotas. La segunda realidad incuestionable es que entonces existía un equilibrio entre una cristiandad totalmente fragmentada y próspera y un Islám también fragmentado. Ya el Embajador Arístegui, considerado mártir por los cristianos libaneses, se preguntaba qué ocurría en aquella tierra. Amó con pasión a aquella tierra y a sus gentes.

II

¿Qué decir de Annette sino que fué toda generosidad con los demás?
Me encontré en varias ocasiones más con esta dama, a quien llamábamos familiarmente mamina, siempre impecable en sus discretos tailleurs, siempre sonriente e impeturbable, siempre optimista y con fé. Optimista por el futuro de su patria libanesa como por el renacer de Beyrouth, totalmente devastada entre fines de los setenta y avanzados los ochenta, el cual vió casi cumplido, como de la ciudad de su infancia, Antioquía del Orontes, sede de la Iglesia cristiana más antigua conocida. El nombre cristianoi surgió allí.
Annette, políglota, pasaba con naturalidad de un idioma a otro, usualmente alternando el francés chattoyant, voluble, y el árabe en ella melodioso. Era su presencia, siempre, de una distinción natural aplastante, ninguna afectación. En la puesta de largo, durante los ochenta, de una de mis dos primas hermanas, a la cual asistimos yo y mi hermana, en el Chateau de ..., apareció un poco tarde: descendida desde París a Bruselas hizo su entrada. Cabellera cana y blanca impresionante alrededor de su rostro elegante y patricio, ataviada con un traje de fiesta oriental en el cuál , en exquisíta filigrana, brillaban los hilos de oro y algunas joyas, haciendo palidecer los trajes de las damas europeas allí presentes.
Igual recuerdo conservo acompañándola a restaurantes libaneses cuando coincidíamos en una ciudad europea. Una de las grandes cocinas del mundo es la Libanesa, junto a la China y la Francesa. Allí , en uno de aquellos restaurantes, me explicaba las sutilezas de dicha cocina y sus exquisiteces gastronómicas mientras probábamos, yo y otra prima hermana mía, sobrina suya y también libanesa y de otra nacionalidad, plato tras plato.
Desde avanzados los ochenta nunca volví a coincidir con ella si bien siempre tuve noticias de ella.
Esa noche releí el Hommage publicado y a su memoria dedicado por una persona. Vuelta a su patria libanesa, los últimos años de su vida los dedicó a la parroquia en Beyrouth, una parroquia que ella en parte dirigía con firmeza y autoridad mas, al mismo tiempo, con su incomparable gentileza y su innata capacidad para dar, a cada uno, lo que le correspondía. Baste decir de Annette que siempre se preocupó por todos .
Como dejase escrito el autor de dicho Hommage una dama de la más pura tradición de las damas patricias y de la Iglesia de Antioquía, la cristiandad más antigua, extinguió su vida rodeada por quienes protegió y, en lugar de erigirse un mausoleo de pórfido y mármol, decidió que en su último viaje, antes de llegar a las Puertas del Palacio de la Santísima Trinidad, sus restos descansarían en el cementerio de aquella parroquia, enterrada directamente en la tierra y rodeada por los pobres a los que protegió, amó y sirvió desinteresadamente.