martes, 14 de agosto de 2007

ANOTACIONES LIBERALES: SOBRE LAS TRES CULTURAS (II)

Si el amable lector visita Toledo, la cual fué capital de Hispania durante el periodo de gobierno del primer Reino europeo sucesor de Roma, dirige sus pasos hacia Santa María la Blanca y hacia Nuestra Señora del Tránsito, encontrará dos espléndidas Sinagogas.
Toledo, en el siglo XIII, bajo el poder de Castilla, era el equivalente a una nueva Jerusalem hispana para los judíos españoles. El recuerdo de la expulsión decretada en 1492, la traición de los católicos españoles hacia los judíos españoles, creó posteriormente en la diáspora la realidad sefardí. Spania era un todo. Nunca entendí este (agudo) dolor subyacente, en la memoria de los sefardíes, hasta conversar con un amable judío toledano y sefardí. Entendí que el musulmán era, para éste hebreo, emocionalmente, un ajeno: los antepasados de este sefardí habían practicado, como nosotros la católica, su religión judía y hablado su lengua latina hispánica y en el plazo del tiempo castellana entre el siglo I y el siglo XV en Hispania ... y habían sido expulsados de ella, es decir, traicionados por nuestros antepasados católicos.
Qué diferencia, pensé, con la positiva situación emocional de los judíos del Reino de Marruecos, protegidos por el Mazjén marroquí.
Hispania o Spania o España conocerán una experiencia única en la Historia europea (hasta el siglo XV Europa es realidad judeocristiana) entre los siglos VIII y XV : el desmoronamiento del Reino visigodo supone su adscripción a la órbita de la naciente civilización árabigoislámica y el desarrollo, en nuestro suelo peninsular, de una nueva religión, la musulmana, en coexistencia con dos religiones existentes en ella previamente: la abrumadora católica cristiana y la minoritaria judía. La persecución a la cual eran sometidos los judíos explica, en parte, la simpatía inicial con la cual vieron éstos a los nuevos invasores.
El nacimiento de las tres culturas sobre el suelo peninsular es una cuestión, en primer lugar, jurídica y administrativa. Este vocablo significa que, teóricamente por ocho siglos, bien los gobernantes cristianos de los Reinos españoles en desarrollo hacia el Sur, bien las autoridades islámicas musulmanas de Al Andalus, gobernaban sobre cristianos o musulmanes y judíos, lo cual significa, vistas las características de la época, tres realidades culturales singulares (una abrumadora por cierto) y también relativamente diferentes.
Ahora bien, ¿la existencia de éstas tres Culturas significa, en sí, un modelo de coexistencia y de tolerancia? De Tolerancia, entendida por respeto mutuo, nada : pues Tolerancia es tolerar sencillamente. No iban los árabes superpuestos con el Corán a exterminar al 99,9 de hispanoromanos católicos y minorías judías. Las autoridades de la época civiles seguían, en primer lugar, patrones teocráticos. La tolerancia puede analizarse antropológicamente en torno a dos realidades: la realidad de las elites y gobernantes y la realidad del pueblo. Y el pueblo, globalizadamente, por siglos y siglos, se mostrará simultáneamente y sistemáticamente antisemita y antimusulman: judíos y musulmanes son infieles, rivales. El problema de las tres Culturas (a efectos simplificadores, de las dos Culturas) es sencillo y se resume en dos hitos cronológicos.
Desde el siglo VIII hasta el siglo X-XI en Al Andalus (el cual no es exclusivamente Andalucía), las autoridades musulmanas gobiernan sobre musulmanes crecientes, masas cristianas llamadas mozárabes y siempre minorías judías urbanas. Desde los siglos XI y XII, está definido claramente en el siglo XIII, existen contrapuestas dos realidades.
En el siglo XIII existe una España cristiana (cinco Reinos) vuelta hacia Europa Occidental como plenamente integrada en la civilización del Occidente medieval, con minorías mudéjares (musulmanes sometidos) y judías a las cuales se permite libertad de cultos (con lo cual los españoles eran mal mirados por muchos hasta el siglo XV) : y una diminuta España musulmana confinada al Reino nasrí de Granada, Reino superpoblado por moriscos procedentes de toda la península, cuya lengua oficial es el árabe y en la cual no existe la libertad de cultos.
La incógnita histórica es: ¿dónde estuvieron, durante estos siglos VIII y XII, cinco siglos, las masas cristianizadas y latinizadas hispanoromanas, jurídicamente romanizadas, religiosamente practicantes cristianas y que hablaban el latín hispánico en fragmentación, existentes previamente en el siglo VIII, en el momento de la superposición de la minoría invasora?
Este sorprendente resultado histórico, único en la Historia del Islám (la desaparición de su cultura) , debe remitirnos a otra cuestión siempre olvidada: el fenómeno del mozarabismo, es decir, la problemática de la arabización cultural de las masas urbanas previamente hispanoromanas y cristianas y el fenómeno de los cristianos ocultos a la Historia, las masas campesinas cristianas existentes en el Sur, Centro y Norte de España.
Desde mediados del siglo VIII, en las grandes ciudades de Al Andalus, se organizan las poderosas comunidades urbanas mozárabes (los cristianos descendientes y herederos de los hispanoromanos) por doquier. Conservan su derecho tradicional sustraído a la Sharia, el latín como lengua culta por más de dos siglos, el rito tradicional de las Iglesias e Iglesia española, sus Iglesias y monasterios, su alfabeto tradicional, su propio derecho: crearán, entre los siglos VIII y XI una peculiar cultura.
Los grandes arabistas nos recuerdan, sistemáticamente, que la península ibérica como zona geográfica nunca fué arabizada lingüísticamente (existió la diglosia lingüística) ni islamizada religiosamente (entre los siglos XII y XV los musulmanes fueron minorías).
En este juego de Combate por la Historia, en expresión de Febvre, dominado desde el siglo VIII por la idea de Reconquista, siempre subyacerá una realidad última de Hispania o Spania: el destino de sus masas campesinas incógnitas como el recuerdo del Primer Reino europeo unificado después del Imperio Romano.