viernes, 10 de agosto de 2007

ANOTACIONES LIBERALES: MITO Y REALIDAD SOBRE NUESTRA SOCIEDAD DE CONSUMO (I)

I

Determinadas personas, en un momento dado, pensaron en aplicar la estructura psicológica del ser humano (empezando por el principio de la emulación) y decidieron inventar la sociedad de consumo. Tuvieron suerte además. Adam Smith universalizó la idea de la fabricación en serie y la división del trabajo: además, ya conocía aquella fábula que decía que los vicios privados conformaban las virtudes públicas y la prosperidad colectiva; entendido por vicio, es preciso situarse en el contexto de la época, el derecho de todos a acceder al lujo.
En aquella época el 99, 5% de los seres humanos de la tierra vivían en la estricta subsistencia, principios del siglo XIX, menos en nuestra Europa judeocristiana (pues era cristiana). Es cierto que la primera escuela clásica económica era peculiar: la llamaron siempre la Ciencia lúgubre. Y contradictoria además: Malthus, incluído en ella sin serlo en realidad, clérigo casado con familia numerosa, preconizaba el control de natalidad, y todos se reían de él.
El principio de emulación, en resumen, es algo que se encuentra profundamente enraizado en la estructura psicológica del ser humano: la síntesis que subyace en el mecanismo, difundido por los medios de comunicación referido a bienes y servicios, es "cuando tú tienes algo yo quiero poseerlo". Luego, cada sociedad humana, en cada época histórica, lo tiende a adaptar siempre según sus características.
Por ejemplo, en España, un coche - según estudios hace años y años sociológicos - es, para la mayoría de los españoles, siempre un instrumento de igualación social, mientras que en otras sociedades humanas (como la norteamericana) es también un instrumento de jerarquización social. Si va usted con un Ferrari por una calle de ciudad americana le gritarán admirativamente: "You get it!" (lo conseguiste!) pero si va en España con el mismo, salvo en determinados sitios, le dirán: "¿Cuánto ha robado usted?".
Mas el principio básico psicológico es el mismo: todos deben en teoría poseer un coche y un televisor. De todas formas, en nuestros días, el obrero manual nunca querría tener el automóvil del "burgués" como ellos dicen (también trabajador con frecuencia) de hace treinta años.

II

Igual ocurre con las lunas de miel : a principios de siglo los más afortunados recien casados hacían un larguísimo y agotador viaje en tren ( de madera, claro) hacia París (la mayoría de dichos afortunados se alojaban en una pensión). Y las niñas muy bien , es decir, las señoritas agraciadas que no conseguían novio, cuando tenían melancolía, las mandaban los papás con su señorita de compañía a hacer un viaje turístico a Egipto: cuando volvían, infaliblemente parece ser , encontraban novio. Recuerdo a éste respecto la mamá de un conocido mío (fué hijo tardío) de la ciudad hispalense, y las fotos de su mamá montada en su camello con las pirámides detrás, foto de los años 30: metros atrás estaba su tata sobre otro camello.
Hoy, los más afortunados cambian siempre sus pautas de conducta: lo hacen en virtud de dicho doble principio, emulación (todos se comportan igual) y diferenciación (siempre hay clases). Los más afortunados descubrieron, en un momento, determinadas playas de América del Sur: cuando las doncellitas del servicio doméstico, con sus maridos recien casados, decidieron emularlos, los más afortunados decidieron que sería mejor Balí: pues la diferencia de precio (seguramente no de calidad) justificaba la diferenciación. Cuando las playas de Balí se masificaron, un grupo de los más afortunados pensó que, siempre, es mejor pasar la luna de miel en una choza sobre un árbol en las profundidades de la sabana africana, oyendo las fieras salvajes en la sinfonía de la noche africana. Aparte de llevar el novio el rifle, para proteger a la novia de los leones de la sabana, esta romántica imagen atestigua que la diferenciación asegura la libertad y el derecho de viajar, principio de la ley natural inserto en nuestros antepasados por tres millones de años en la línea evolutiva. Se asegura a los más afortunados, en éste caso tanto a un conocido como a los padres de otro conocido en sus bodas de plata, que los leones forman parte del paisaje y son adecuadamente alimentados por los funcionarios de coló de la reserva . Mi conocido, hermano de un amigo, prefirió tener su rifle.
En resumen: siempre verá el amable lector el principio de diferenciación y emulación entendido sociológicamente. Hoy, estando en la era espacial, sorprendentemente interrumpida cuando se decidió explorar el espacio con robotitos, pronto (afortunada y legítimamente) las empresas decidirán, con sus afortunadas inversiones basadas en el endeudamiento, ir más y más lejos. Los más afortunados, por ejemplo, considerando vulgar la tierra, decidirán pasar su luna de miel bien en el Ritz o bien en el Hilton de La Luna: cuando los mismos viajes se masifiquen y surjan los Hilton y las visitas al Gran cañón de Marte y al volcán más alto del sistema solar, los primeros que lleguen allí serán precisamente los más afortunados. Y las doncellitas del servicio doméstico y sus novios pasarán, entonces, sus románticas lunas de miel junto al Mar de Tranquilidad, todos viajando en jeeps lunares y conociendo la superficie de nuestro satélite tan cercano.
Son siempre las ventajas del capitalismo y de la libre empresa...

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