sábado, 4 de agosto de 2007

ANOTACIONES LIBERALES: TIEMPO CÍCLICO Y TIEMPO VECTORIAL (II)

Cuando la Asamblea compuesta por ciudadanos de Atenas condenó a Sócrates a beber la cicuta por el pretexto (incierto) de blasfemar contra los Dioses existía en la República de Atenas clásica, en sus ambientes intelectuales, también la fascinación por el régimen segregacionista, militarista con aspectos socialistas y racial casi nazi espartano.
Estos blasfemaban naturalmente. Estos no eran condenados naturalmente. Atenas era una democracia para sus ciudadanos, acorde a las circunstancias de la época. Sin embargo, un sector de aquellos intelectuales, admirablemente enquistados en la estructura tal vez diríase hoy pública de dicha democracia, abominaban naturalmente de la misma, considerándola corrupta. En realidad a Sócrates finalmente le condenaban unos envidiosos e incompetentes por defender Sócrates unos principios o diríase, hoy, unas verdades básicas: bastaba con entregar a una turba de ciudadanos, con capacidad decisoria, poco formados, una difamación perfectamente montada, es decir, "crear un Sócrates falso". Hoy el pobre Sócrates, siempre mal con su esposa y huyendo de ella , sería seguramente y ésa podría ser una acusación de hoy, "maltratador" o así: pero blasfemia...
El gran Platón, quien nos transmitió el legado de Sócrates, la grandeza intelectual está fuera de toda duda, acorde a una de las modas de entonces, teorizó una utopía segregacionista, igualitaria e inviable.
Nadie puede decir que Sócrates o Platón no defendieron principios: uno tuvo que tragarse la copita de cicuta y el otro finalmente...el éxito aparente, en aquellos tiempos, era de otros. La Historia olvidó, sin embargo, los nombres de los otros.
Prueba esencial de falta de principios la dió el gran orador Demóstenes cuando, en la batalla de Queronea, en donde naturalmente si bien arriesgó relativamente su vida rodeado de lanzas de hoplitas atenienses declamaba y declamaba animando al combate. En aquella batalla estaban, enfrente, el Rey Filipo de Macedonia y el jovencito Alejandro Magno.
Y declamaba Demóstenes: "¿Y no se os oculta, ay Atenienses, que uno mismo, olvidando sus negocios e intereses, arriesgó su integridad por garantizar el vuestro?" /el de la República ateniense)?. Pues claro, bien que pagaba la República ateniense el peculio de Demóstenes con el dinero de todos los contribuyentes, aunque la actividad pública fuese onerosa para él. Demóstenes salió corriendo el primero cuando se derrumbó el ejército ateniense y empezó la matanza por las falanges macedonias: los heraldos de rubios macedonios (una realidad étnica, no piense el amable e incógnito lector en un comentario con connotaciones racistas) gritaban a los atenienses "¡rendíos!" y los atenienses contestaban algo así como "¡y un cuerno!".
Pudiéramos imaginar, más de siete siglos después, a Boecio, llamado el último de los romanos, autor de la Consolación de la Filosofía, en sus días de rosas, explicando al patricio Theodoricus Rex la Utopía platónica: y Teodorico agitar la cabeza negativamente diciendo "ése hombre nunca hubiese podido gobernar".
Pues Theodoricus sabía algo, como los sabían Demóstenes y olvidaron Platón y Sócrates en un momento, como dijese un conspicuo político italiano del siglo XX, quince siglos después, cuando le preguntaron: "¿Usted es corrupto?" y contestó "¡Pues claro que soy corrupto! ¿Se cree usted que si no fuese corrupto me votarían mis electores?".
¿Y se cree el amable lector que si el ex presidente Aznar y su partido hubiesen sido en realidad corruptos hubiesen perdido el poder como lo perdieron? Llegaron en el peor momento y gobernaron en ámbito nacional afortunadamente ocho años cuando la corrupción lo anegaba todo en una serie de Autonomías.
Al fín y al cabo, en la Edad de Oro de la misma democrática Atenas, las cuentas de la Acrópolis provocaron por poco una crísis de estado. No digamos el verdadero estado de casi colapso y quiebra de España, existente en 1996.
La corrupción está siempre presente en la realidad de las sociedades humanas : el problema es saber cuál es el nivel de corrupción que las propias sociedades pueden soportar. Lo vivieron los mismos italianos cuando estalló el increíble escándalo que llevó a la desaparición de casi todos los partidos de entonces: allí socialistas, radicales, democristianos y hasta los comunistas tuvieron que cambiarse finalmente el nombre.
Sería siempre deseable, para la estabilidad de nuestro sistema constitucional por cierto en crísis, no ocurra en España algo parecido con una serie de partidos.
El ser humano occidental es siempre parecido, en la Atenas clásica o en España en el siglo XXI.