miércoles, 11 de julio de 2007

ANOTACIONES LIBERALES. DOS CAMBIOS EDUCATIVOS TRASCENDENTALES (I)

La obsesión por uno mismo es una de las fuerzas más disolventes de la existencia de cada ser humano. Existe dicha tendencia latente en todos nosotros como seres humanos. Cuando alguien precisamente se olvida de sí mismo, está en conexión con Dios y cree y practica las virtudes teologales y cultiva, precisamente, las virtudes heroicas la Iglesia, por ejemplo, explica a todos que nos encontramos ante un Santo. La abrumadora mayoría de los seres humanos no pretenden o pretendemos este objetivo obviamente. Solamente tratamos de ser algo mejores.
Toda individualidad se satisface y completa integrando desde su exterior, interpersonalizando sus relaciones con los otros; el entorno y los otros seres humanos aportan valores, intereses, hobbies, a los cuales cada persona se consagra, tratando precisamente de olvidar el propio yo.
Toda individualidad se satisface y completa olvidándose parcialmente en su trabajo: una de las cosas más preciosas de la existencia fué, en nuestras familias, defender los valores de la profesionalidad, el cultivo de lo bien hecho y de la excelencia bien entendida. Para ello es preciso ciertamente el trabajo como algo más: justicia y una ética de mínimos en el sistema.
La fase que llaman en psicología "el niño", la fase infantil del egotismo, en la cual el niño es el centro de todo, es en realidad el infantilismo psicológico. El "niño" , siempre existente en cada ser humano, siempre protesta por todo. Aunque aseguro al amable lector que con cincuenta, sesenta y más años existen "niños", personas cuya personalidad en sentido espiritual se ha detenido en los diez años. Los he conocido desgraciadamente y seguramente cada uno de los amables lectores también. Ahora bien, existían entonces, han existido siempre, siempre existirán. El problema es saber qué está ocurriendo cuando un sistema educativo como el anterior estaba destinado entre otras razones a domeñar el "niño" existente en cada uno : o uno, como el actual, finalmente lo ensalza y engrandece en última instancia educando a los jóvenes sistemáticamente en los derechos y nunca en obligaciones. Una experiencia que viví como profesor universitario, año tras año, fué constatar la progresiva implosión del sistema educativo previo, patente en nuestros alumnos, cuestión que comentábamos en equipos docentes, como el aumento de la indisciplina y falta de respeto a los profesores en aulas.
Recuerdo, por ello, dos obsesiones existentes en nuestro sistema educativo anterior. Una, el sistemático cultivo del esfuerzo intelectual. Nuestras vidas como estudiantes estaban orientadas a evitar que el ocio causase precisamente en nosotros neurosis.
La segunda y encubierta obsesión, a la cual todos nos sometíamos entonces, era el ejercicio físico. No era casualidad. La práctica de deporte entonces era general y, siendo niños, adolescentes y jóvenes, se producía sistemáticamente en nosotros un derroche (intencionado y encauzado) de energía corporal. Sin embargo esa práctica de deporte no significaba la asistencia a gimnasios como ocurre ahora con muchos jovenes y el cultivo del propio cuerpo, en sentido egotista, a través de la musculación. Siempre recuerdo algo precioso en nuestra generación, fruto de la educación de la Iglesia que beneficiaba al 100% de los niños españoles: algo intuitivamente inoculado y admitido por casi todos, la sacralidad existente en el cuerpo humano y la personalidad humana, en relación a los demás. Ha desaparecido enteramente y está desapareciendo. El último golpe para conseguirlo será Educación para la ciudadanía.
La tercera, curiosa y sorprendente obsesión en el anterior sistema educativo, estaba relacionada con el futuro. Incluso en un sistema socioeconómico español anterior edificado e integrado de manera digamos "socialista" en la fijeza de las relaciones laborales (una de las causas de su naufragio, por ser imposible su sostenimiento) como en la consecuente protección de la familia, siempre nos decían a los jóvenes que la vida era muy dura y que solamente nos podía salvar la autodisciplina. Curiosamente , al menos en nuestro ambiente, la abrumadora mayoría de jóvenes pertenecíamos a familias bien situadas y no precisamente por colaborar con el régimen anterior...funcionarialmente. Por sí mismas: por su talento, esfuerzo, cultura y talento. Lo cual no pueden decir muchos socialistas actuales de la gauche caviar que pertenecían, y pertenecen, a familias muy bien situadas en el régimen anterior...funcionarialmente.
Aquellos jóvenes en lo que nos atañe a los hijos y nietos de los no funcionarios de entonces, bisnietos en mi caso al menos, hijos ciertamente también de un baby boom, generación estafada, que vivimos y trajimos la Transición democrática española, que fuímos la generación mejor formada en varios sentidos de la Historia española, nunca imaginamos que nos veríamos integrados en un sistema donde seríamos sistemáticamente culpabilizados por nuestros orígenes sociales.
Toda una generación de jóvenes andaluces en los ochenta está desapareciendo y ha desaparecido en realidad, condenadas sus vidas al aparente ocio y a la falta de propósito.
Es en realidad una de las causas del retraso creciente de Andalucía respecto al resto de Comunidades Autónomas españolas. Incluso públicamente una "Consejera" de la Junta se felicitó por tantas personas bien formadas que debían abandonar la Autonomía. Ciertamente el ocio forzado como la falta de propósito en las vidas cotidianas generan el mayor número de neurosis por secuelas psicológicas o consecuencias económicas. La mayoría de nosotros, sin embargo, curiosamente no somos en última instancia neuróticos y no culpabilizamos sistemáticamente a los demás. Casi todos mis amigos , hijos de una burguesía ilustrada y culta, excéptica ideológicamente, que trajo la democracia como por su excepticismo ideológico evitó los excesos del autoritarismo anterior, han quedado en desempleo forzado y perpetuo, pese a su formación u oposiciones duramente adquiridas. Curiosamente nadie nos regaló nada: muchos de aquellos jóvenes, curiosamente, no llegaron a ser universitarios y sin embargo otras personas de humildes orígenes lo fueron. Mas lo que ocurre ahora no es una causalidad. Y el sector que existe, relativamente situado, de amigos nuestros es consciente que sus hijos deberán abandonar Andalucía antes o después.
Recuerdo mi último curso académico como profesor universitario, el curso 2.001/2.002; a esos pequeños grupos de alumnos introvertidos, morbosos y autocomplacientes, anulados en sí mismos, con aquellas miradas tristes. Alumnos totalitarios fascistas que actuaban asamblearia, disciplinada y coordinadamente, agrediendo gratuita y sistemáticamente siempre a determinado tipo de profesores. Esos dos últimos años comprendí el horror del nacional socialismo que nos espera, antes o después, a la mayoría de los andaluces si la situación no cambia.