lunes, 23 de julio de 2007

UN RELATO DE CIENCIA FICCIÓN (SEGUNDA PARTE).

Ixbilia, 15 de Abril de 2.034.

Sevilla o Ixbilia entera era un reguero de rumores aquellos días previos. El caos se había adueñado los últimos cinco días de las ondas.
El anciano segundo ex presidente de la República andaluza, Primer Ciudadano y Conductor vitalicio, había huído dos días atrás en helicoptero hacia tierras de Murcia; mas las autoridades murcianas, región en la cual siempre se defendieron los derechos constitucionales de los ciudadanos del previo Reino de España y ahora Confederación, no estaban entusiasmadas: de manera que el Conductor vitalicio, designado dedocráticamente, decidió seguir hacia la Riviera francesa y refugiarse en su suntuosa Villa.
El resultado final de aquella sorprendente batalla en Sevilla había resumido, en sí, aspectos de romería siniestra: el millón de musulmanes residente en Ixbilia aclamaba al Mazjen la tarde anterior en las calles, en medio de un frenesí delirante. Todos aquellos inmigrantes musulmanes, sorprendentemente, se proclamaban descendientes de los andalusíes expulsados nueve siglos atrás.
Unos ancianitos españoles, miembros honorarios de una banda de música de un regimiento, habían sido convocados clandestinamente. Los mismos que, tres días antes, asaltaron con metralletas de madera, pistolas de juguete y algunos fusiles de plomillos el grandioso palacio barroco ante la desbandada de los guarda jurados. Esa misma mañana desmontaban simultáneamente por última vez, inconscientes de la situación, la inmensa bandera andalusí, estandarte colocado en la neoclásica Torre del Oro (reconvertida en almohade vulnerándose la normativa patrimonial según opinión de detractores en "restauración" de 2.005), por un comando integrista la jornada anterior.
En un rincón estéticamente irrepetible, comprendido en un punto del río Guadalquivir, sobre las terrazas del restaurante Río Grande, y la terraza del Restaurante Jose Luís, en el semicirculo de edificios racionalistas de la Plaza de Cuba, podían observarse en el otro lado de la orilla tanto la airosa Torre del Oro, la Giralda de Sevilla y la Catedral de Sevilla, como el Palacio de San Telmo.
Del helicóptero del Mazjén descendieron comandos de fuerzas especiales y, en el paseo de las Delicias, comenzaba la última breve balacera.Dos horas después la bandera del Mazjén ondeaba de su fachada barroca.
Simultaneamente, esa mañana, la mayor parte de las Iglesias barrocas del centro de Sevilla (Sevilla es básicamente ciudad barroca) ardían como teas: la tarde anterior todos los campanarios habían sido derribados y las campanas de bronce estaban en la calzada de las calles rotas.
La nueva Ixbilia está enteramente paralizada : las radios y televisiones, ya ocupadas por comandos, retransmitían y retransmiten Suras coránicas y en árabe. Simultaneamente, en los distritos de antiguo voto conservador al otro lado del río, semidespoblados consecuencia del pánico de los dos últimos años, exiguos grupos de jóvenes de ideología cristiana, conservadora y liberal, encuadrados militarmente , armados, controlaban los accesos a los mismos antes de ser "neutralizados" por la eficiente actuación de soldados de élite del Mazjen.
Los últimos helicópteros de las Fuerzas aéreas españolas aterrizaban y despegaban, aún la tarde anterior, de la inmensa explanada de la cercana Plaza de España, transportando los últimos funcionarios españoles y sus familias hacia Ciudad Real. Un postrero grupo de soldados envolvía la bandera rojigualda antes de embarcarse.
El piloto de caza del Mazjen, quien no conocía los pormenores de la ocupación, tenía unas instrucciones precisas. Enfiló de nuevo, desde la altura del huevo de Colón, ya bombardeado intencionadamente, escultura impresionante más alta que la Estatuta de la Libertad (sistemáticamente minimizada en las Guías turísticas) situada en el extremo del Parque del Alamillo,unos kilómetros río arriba y volvía hacia abajo.
En su camino el piloto había visto a dos pesados helicópteros, sin gasolina, imposibilitados de despegar. Grupos de saqueadores, como hormigas, los desmontaban para llevarse sus piezas y componentes electrónicos. La órdenes eran, si fuese preciso, bombardear el Palacio de San Telmo, pero por un prúrito estético, viendo la belleza del complejo compuesto por la mole barroca del Palacio de San Telmo, la inmensa edificación de un barroco clasicista de la Universidad hispalense y, más allá la impresionante mole semicircular de la Plaza de España flanqueada por las Torres, el piloto decidió enfilar el aparato hacia el área metropolitana del Aljarafe.
Allí , en dirección hacia el Oeste, se encontraba el Aljarafe y el grandioso monumento al Sagrado Corazón de Jesús que sobrevuela, desde la cornisa aljarafeña toda la urbe hispalense, cuestión ignorada en las guías turísticas : más allá, hacia Huelva, una inmensa área metropolitana, hasta la SE 50, semivacía, en donde residían dos años antes setecientas mil personas.
El piloto descargó sobre la torre que sustentaba la inmensa estatua, con fría eficiencia, su destructiva carga, truncándola por la mitad. Visto que la hipotéticamente entendida por ellos adoración a una víscera cardíaca es una blasfemia a los ojos coránicos , como el considerar a Jesús de Nazareth Hijo de Dios, o tercera persona de la Santísima Trinidad y Dios encarnado en perfecto hombre, es blasfemia a ojos de musulmanes.
Desde el inmenso alminar de la Mezquita de los Bermejales, la mayor de Europa, alminar dotado la tarde anterior de un excepcional sistema de megafonía, se llamaba de nuevo a la Oración de los musulmanes en árabe para todos los habitantes de Ixbilia.