En primer lugar, indudablemente, nuestra nación se encuentra en una encubierta Revolución Cultural.
Ésta tajante afirmación tiene varias matizaciones naturalmente. En realidad los españoles, como consecuencia de los cambios acontecidos entre 1975 y hoy, hemos vivido una serie de mutaciones internas en todos los ámbitos que pudieran considerarse "revolucionarias". Los cambios culturales y sociales en el campo de la Historia pueden ser muy lentos o pueden acelerarse. Los historiadores aún no hemos podido formular unánimemente qué significa Revolución y cuándo una sociedad conoce un periodo revolucionario: el cambio se detecta por unos síntomas.
Por otra parte, en teoría, en nuestros días los políticos gobiernan con encuestas: las mismas, con todas sus limitaciones, al tratar de satisfacer las aspiraciones de la población, se supone controlan y previenen cambios que desde el punto de vista del poder serían indeseables. El mismo proceso de cambios en lo que se refiere a mentalidades y comportamientos, entendido sociológicamente, ha revestido estos años aspectos positivos como aspectos problemáticos.
El gran éxito de la Transición democrática (1975 - 1978) fué integrar progresivamente los contrapoderes en el mismo poder. Situación que estamos viviendo plenamente los españoles, con elementos para muchos no deseables, en nuestros días.
Nada es más positivamente revolucionario que un conservadurismo evolutivo; éste fué el planteamiento inicial de todo el proceso de Transición democrática y el amable lector adivina que no se utiliza, en éste sentido inicial, el vocablo Revolución como vocablo peyorativo. Nada tiene que ver el uso de las palabritas "Revolución cultural" , en ésta primera matización, con el aduanero de Imperio turco que rechazó un motor que decía en instrucciones de manejo "revolution"; o en una nación sudamericana, tiempos atrás, la policía entrando en librerías para confiscar la gran obra literaria (de Stendhal) Le Rouge et le Noir, pues el título era "Rojo". Snif.
En 1978, por ejemplo, el 99% de los españoles se definía como Católico, el marco de la vida familiar era inequívocamente patriarcal y la educacion correspondía tanto a madres como escuelas, los españoles sentían una intuítiva desconfianza hacia los políticos,los españoles estaban acostumbrados a un marco de relaciones laborales muy rígido, la vida cotidiana estaba muy despolitizada. El mercado nacional estaba muy protegido de una parte y la globalización no era un hecho. España no estaba inserta en la Unión Europea; los españoles, muy singularizados como pueblo, estaban sin embargo acostumbrados a tolerar diferencias segregadas.
En 2.006, por ejemplo, aún el 80% de los españoles quiere una educación católica para sus hijos, el marco de la vida familiar no es patriarcal y, como consecuencia de la inserción de las mujeres en mercado laboral (junto con otra serie de cuestiones además) las familias descargan crecientemente la educación en las escuelas,la vida cotidiana en una serie de Autonomías se ha politizado demasiado, España está afortunadamente plenamente inserta en la Unión europea como en la NATO y los españoles, cada vez más fraccionados por lo que acontece en algunas Autonomías, siguen y seguimos acostumbrados a tolerar diferencias segregadas fuera de ellos y de nosotros mismos.
Las palabritas "Revolución" y "Cultural" en el segundo sentido y matización de esta entrada son, ciertamente, más criticables...
Naturalmente, residiendo el autor de éste blog en Andalucía, puede hablar de la realidad que conoce. La cuestión tajantemente me la planteó un amigo polaco , un intelectual de visita aquí: ocurrió hace cinco años, el año 2.002. Antes nunca estuvo visitando Andalucía. Tras una estancia de diez días me preguntó qué estaba ocurriendo pues detectaba, tras contactar con muchas personas, tras una fachada de prosperidad capitalista y democrática occidental (con muchas carencias naturalmente) también elementos sorprendentes en el ámbito ideológico y de comportamientos: elementos de un discurso ideológico que pudieran considerarse característicos de un comunismo primitivo, zafio, ramplón y nada que ver curiosamente con la socialdemocratización del comunismo polaco entre los años setenta hasta principios del proceso revolucionario cristiano que encarnaba Solidaridad.Recuerdo le explicaba varias cuestiones (en inglés, por cierto) al respecto en un almuerzo juntos.
La primera manifestación, le explicaba, de ésta Revolución cultural es el proceso sistemático de erosión y quiebra de la autoridad, la cual sistemáticamente es confundida con el autoritarismo. El proceso empieza desde la infancia. La cuestión flotaba en el ambiente, naturalmente, pues era candente en el área de Humanidades e incluso en el ámbito universitario. La segunda manifestación estaba relacionada con la Revolución sexual incuestionablemente: pensaba que antes o después estallaría. Al fín y al cabo, le explicaba en inglés, un sector de nuestros gobernantes sabe de sobra que la mejor manera de controlar a nuestro pueblo y afectar a sus libertades naturales es haciéndole perder su autocontrol.
La segunda manifestación de éste proceso era evidente: empezaba y empieza en la infancia y, no en vano, en éstos días, un sector significativo o sacado de contexto de los mismos manuales de Educación para la Ciudadanía implican el sistemático adoctrinamiento ideológico de los niños.
Debe pensarse frente a ello, sin embargo, que , bien lo sabemos los historiadores, una cuestión es lo que se pretende y otra lo que se consigue.
Ésta tajante afirmación tiene varias matizaciones naturalmente. En realidad los españoles, como consecuencia de los cambios acontecidos entre 1975 y hoy, hemos vivido una serie de mutaciones internas en todos los ámbitos que pudieran considerarse "revolucionarias". Los cambios culturales y sociales en el campo de la Historia pueden ser muy lentos o pueden acelerarse. Los historiadores aún no hemos podido formular unánimemente qué significa Revolución y cuándo una sociedad conoce un periodo revolucionario: el cambio se detecta por unos síntomas.
Por otra parte, en teoría, en nuestros días los políticos gobiernan con encuestas: las mismas, con todas sus limitaciones, al tratar de satisfacer las aspiraciones de la población, se supone controlan y previenen cambios que desde el punto de vista del poder serían indeseables. El mismo proceso de cambios en lo que se refiere a mentalidades y comportamientos, entendido sociológicamente, ha revestido estos años aspectos positivos como aspectos problemáticos.
El gran éxito de la Transición democrática (1975 - 1978) fué integrar progresivamente los contrapoderes en el mismo poder. Situación que estamos viviendo plenamente los españoles, con elementos para muchos no deseables, en nuestros días.
Nada es más positivamente revolucionario que un conservadurismo evolutivo; éste fué el planteamiento inicial de todo el proceso de Transición democrática y el amable lector adivina que no se utiliza, en éste sentido inicial, el vocablo Revolución como vocablo peyorativo. Nada tiene que ver el uso de las palabritas "Revolución cultural" , en ésta primera matización, con el aduanero de Imperio turco que rechazó un motor que decía en instrucciones de manejo "revolution"; o en una nación sudamericana, tiempos atrás, la policía entrando en librerías para confiscar la gran obra literaria (de Stendhal) Le Rouge et le Noir, pues el título era "Rojo". Snif.
En 1978, por ejemplo, el 99% de los españoles se definía como Católico, el marco de la vida familiar era inequívocamente patriarcal y la educacion correspondía tanto a madres como escuelas, los españoles sentían una intuítiva desconfianza hacia los políticos,los españoles estaban acostumbrados a un marco de relaciones laborales muy rígido, la vida cotidiana estaba muy despolitizada. El mercado nacional estaba muy protegido de una parte y la globalización no era un hecho. España no estaba inserta en la Unión Europea; los españoles, muy singularizados como pueblo, estaban sin embargo acostumbrados a tolerar diferencias segregadas.
En 2.006, por ejemplo, aún el 80% de los españoles quiere una educación católica para sus hijos, el marco de la vida familiar no es patriarcal y, como consecuencia de la inserción de las mujeres en mercado laboral (junto con otra serie de cuestiones además) las familias descargan crecientemente la educación en las escuelas,la vida cotidiana en una serie de Autonomías se ha politizado demasiado, España está afortunadamente plenamente inserta en la Unión europea como en la NATO y los españoles, cada vez más fraccionados por lo que acontece en algunas Autonomías, siguen y seguimos acostumbrados a tolerar diferencias segregadas fuera de ellos y de nosotros mismos.
Las palabritas "Revolución" y "Cultural" en el segundo sentido y matización de esta entrada son, ciertamente, más criticables...
Naturalmente, residiendo el autor de éste blog en Andalucía, puede hablar de la realidad que conoce. La cuestión tajantemente me la planteó un amigo polaco , un intelectual de visita aquí: ocurrió hace cinco años, el año 2.002. Antes nunca estuvo visitando Andalucía. Tras una estancia de diez días me preguntó qué estaba ocurriendo pues detectaba, tras contactar con muchas personas, tras una fachada de prosperidad capitalista y democrática occidental (con muchas carencias naturalmente) también elementos sorprendentes en el ámbito ideológico y de comportamientos: elementos de un discurso ideológico que pudieran considerarse característicos de un comunismo primitivo, zafio, ramplón y nada que ver curiosamente con la socialdemocratización del comunismo polaco entre los años setenta hasta principios del proceso revolucionario cristiano que encarnaba Solidaridad.Recuerdo le explicaba varias cuestiones (en inglés, por cierto) al respecto en un almuerzo juntos.
La primera manifestación, le explicaba, de ésta Revolución cultural es el proceso sistemático de erosión y quiebra de la autoridad, la cual sistemáticamente es confundida con el autoritarismo. El proceso empieza desde la infancia. La cuestión flotaba en el ambiente, naturalmente, pues era candente en el área de Humanidades e incluso en el ámbito universitario. La segunda manifestación estaba relacionada con la Revolución sexual incuestionablemente: pensaba que antes o después estallaría. Al fín y al cabo, le explicaba en inglés, un sector de nuestros gobernantes sabe de sobra que la mejor manera de controlar a nuestro pueblo y afectar a sus libertades naturales es haciéndole perder su autocontrol.
La segunda manifestación de éste proceso era evidente: empezaba y empieza en la infancia y, no en vano, en éstos días, un sector significativo o sacado de contexto de los mismos manuales de Educación para la Ciudadanía implican el sistemático adoctrinamiento ideológico de los niños.
Debe pensarse frente a ello, sin embargo, que , bien lo sabemos los historiadores, una cuestión es lo que se pretende y otra lo que se consigue.
