miércoles, 13 de agosto de 2008

GEORGIA (III)

(sigue)

Iberia y Cólquida...la suma de ambas, en la antiguedad, generó muy aproximativamente lo que, en nuestros días, es la República de Georgia. Los Persas siempre quisieron esa región geográfica que llaman ... Grujistán.
En la Antiguedad las ciudades griegas del Mar Negro se abrían a Roma y, hacia el Sureste, el reino cristiano de Armenia era clave en la política de alianzas del Imperio de Roma frente a Persia. Los persas quisieron convertir al zoroastrianismo, religión oficial del Imperio persa, religión de los magi y del fuego (hoy existen, aún, minorías de seguidores de ésa religión irania), mas los georgianos de una parte, y los vecinos armenios, de otra, se negaron a mediados del siglo V d.d.C.
Naturalmente los georgianos se singularizaron como Reino, nada menos que por siete siglos, entre finales del siglo V y hasta la catástrofe del siglo XIII. A partir de ése instante, al mismo tiempo que el Imperio bizantino, en cuya órbita gravitaba Georgia, entraba en primer lugar en crísis, y el mundo clásico musulmán se hundía bajo la agresión de los mongoles, como la naciente Rusia de Kiev, Georgia ... se fragmentó.
La división política, en principados georgianos, acentuó su debilidad, y los georgianos tuvieron que aceptar, por la fuerza, vasallajes. Vasallajes debidos tanto al posterior poder turco en expansión y, de nuevo, al renacido y floreciente Imperio persa, ahora de abrumadora religión chií.
A principios del siglo XIX la región geográfica entonces llamada Georgia, progresivamente, fué anexionada por el Imperio ruso. Los rusos siempre la llamaron Grusia. Recuérdese que las religiones fundamentan modelos de sociedad en el deambular histórico. El control del Imperio ruso sobre ella fué muy tardío, a principios del siglo XIX y, ciertamente, los georgianos de religión ortodoxa prefirieron esta relación al dominio turco o persa sobre ella.
Georgia, hoy, tiene una superficie al menos nueve veces inferior a España. Pequeña nación, consecuencia de su historia sustancialmente europea, y culturalmente europea, abierta al Mar Negro, pero parte de ella sobre el montañoso Cáucaso ; y lindando, hacia el Sur, con Turquía, Armenia (nación cristiana), y Azerbaiyán. El control del Imperio ruso sobre ella fué muy tardío, a principios del siglo XIX y, ciertamente, los georgianos de religión ortodoxa prefirieron ésta relación al dominio turco o persa sobre ella.
Indudablemente, por otra parte, a los georgianos les molestaba la política de rusificación, como se singularizaron siempre respecto a determinadas realidades, étnicas y geográficas circundantes, que subsisten implícitamente en ésta crísis actual.
Los georgianos, encuadrados desde los años veinte a la fuerza en el naciente sistema político soviético, se beneficiaron simultáneamente de la política renacionalizadora del ahora extinto Imperio soviético (nunca Imperio ruso, debe distinguirse una cuestión de otra) desarrollada inalterablemente por Lenín y sus sucesores acorde al férreo control del Partido Comunista de la Unión soviética.
Pero, por una conjunción de circunstancias, en el mundo férreo del Imperio de los soviets entre los años 20 y la implosión de 1991, los georgianos se convirtieron progresivamente, desde los cincuenta hasta los ochenta, en una de las Repúblicas más dinámicas, más ricas y simultáneamente más tolerantes de la extinta Unión soviética.
Y es, por cierto, muy sorprendente el papel que la actual Rusia postcomunista, cabeza de la CEI, juega en ésta crísis geopolítica.
Ésta crísis, de carácter geopolítico, encubre varias realidades: el interés de Rusia, una Rusia que sigue hablando de tú a tú con USA, de mantener su influencia en dicha zona, presentándose siempre como campeona de la interculturalidad. La debilidad congénita de Europa como realidad política coherente en sí misma y su debilidad militar tradicional. La expansión de la influencia de USA y de la NATO, como de la UE, en la realidad del Cáucaso. Las alianzas, aparte de con USA, de la misma Georgia con una serie de naciones europeas, con objeto de salir definitivamente de la tutela indirecta del mundo de la CEI y de Rusia.
Más debe recordarse y primarse, sobre todo y desde ahora, el irrenunciable derecho de los georgianos a ser ellos mismos.