miércoles, 27 de agosto de 2008

SOBRE LAS FIGURAS DE MITHRA Y DE JESúS (IV)

UNA ESCENA LITERARIA.

(Copyrigth)406 d.d.C.


Aquella tarde, antes del crepúsculo, en el templo semiderruído ubicado en una colina, mientras el cielo se cubría de un tenue matiz violeta, comenzaba a escucharse el sonido de las chicharras y los grillos. Una ligera brisa reparadora agitaba las colinas. Dos aparentes seres humanos observaban la amplia vega y los rebaños de ovejas que volvían, y los ocasionales gritos de pastores.
Uno de esos dos seres, con aspecto de tener menos de cuarenta años de edad, con barba poblada, larga cabellera rizada, facciones a cincel, tenía el rostro rodeado por un halo luminoso: otro, de cabello rizado, en la juvenil madurez, con varios rayos que salían de la parte trasera de su cabeza.
"La Eternidad es muy aburrida" dijo Mithra con suavidad.
"Es sorprendente ver lo que cambia el mundo, en cuatrocientos años" dijo Jesús. "Aunque lo supiese, siempre es divertido presenciarlo; mas, en otras cuestiones, no cambia".
" Sip, siempre se siguen matando entre ellos" observó el joven Deva guerrero con disgusto. "Estos humanos ... tienen la mala costumbre de identificarse siempre en función de rituales".
"Encima que les dejo un Sacramentum para que sean fuertes..." se encogió de hombros Jesús. "Si ya me lo dijo mi Padre, quién me mandó venir a arreglar este desastre..."
"¿Éstá bien el Sumo hacedor, Adonai?" preguntó solícito el otro deva, hijo del Cielo.
Hubo un corto silencio. Los dos observaron, indiferentes y de reojo, a Ahriman, aparentemente seductor y amoroso y en realidad maligno, quien acechaba artero y cobarde en la oscuridad.
"¿Y qué vamos a hacer con Roma?" preguntó el deva Mithra.
Los dos, con el pensamiento, se encontraban en otro lugar. Observaron con interés, entre costa y montaña, aquella inmensa mancha blanca y amarilla y verde entre costa y montañas, de cuatrocientos kilómetros cuadrados...
"Ya sabes que son libres, se hundirán solos a sí mismos" suspiró Jesús. "Encima que me encarné en la culminación de los tiempos, retrocederán. Roma es ya demasiado hedionda y demasiado loba por desgracia ; y están siempre matándose entre ellos. ¿Sabes que un loco, invocándo mi nombre, exigió a Constancio, hace más de cuarenta años, arrasase la Urbe y no dejase piedra sobre piedra? Encima que llevé ahí a Pedro a que fuese el primer Papa...".
"Yo estaba muy ocupado visitando Centauri" masculló Mithra. "Pero Constancio nunca renunció a ser Sumo Pontífice me parece. Tampoco me entusiasma el taurobolio, soy varón ... y mis seguidores se lo copiaron a los castrados de una Diosa".
Un fauno gordezuelo, dando saltitos, regordete y de patas de carnero, se acercó tocando una flauta doble y rodeado de ninfas. Jesús entonces con dulzura lo abroncó, levantando admonitorio el brazo, y el pequeño fauno se alejó cabizbajo. "No tiene la culpa de ser un sátiro" observó Mithra. "Claro. No le doy una reprimenda por retozar con las ninfas, es su naturaleza. Es que estos diosecillos paganos y humanos nunca se enteran que el mandamiento referido a actos impuros no se reduce a lo sexual. Además, es buen chico, ya ha aceptado que dentro de diez o doce siglos lo representen solamente en pinturas; tiene un jardín precioso lleno de ninfas para solazarse".
La Diosa Cibeles, por su parte, se acercó en la lejanía, paseando lánguida por la orilla de la playa, acompañada de dos leoncitos; "Hi" saludó y agitó coqueta su brazo.
Jesús, naturalmente, no le hizo caso.

El sol oblicuo de brasas anunciaba su declive, nunca volvería a iluminar la misma realidad.
Los dos entonces, mentalmente, se desplazaron a enorme altura y veían, antes de deshacerse, las manchas blancas de las ciudades de la península italiana, mientras iban disolviéndose en la negra noche.
"Hay demasiada población" refunfuñó Mithra, "ciertamente han progresado desde que vine a la Tierra". Jesús seguía en silencio. "Mmmmmmh. Demasiados bosques talados, no tienen tecnología" observó Jesús. "Una posibilidad es que la crearían, pero se han estancado".
"Mas Hay demasiados magos malignos en la oscuridad" dijo posteriormente Mithra. Los dos , con un mutuo pensamiento, destruyeron los adoradores de un nuevo daimon en un segundo.
"Todo aparenta ser un espejismo" suspiró Jesús. "y en el tiempo lo es: dentro de cien años estarán todas despobladas, las granjas vacías, crecerá la maleza y las fieras aullarán en el vacío de lo que fueron prósperas ciudades y habrá desiertos en donde solo habían llanuras repletas de trigales".
"No entiendo por qué no son capaces de ponerse de acuerdo" suspiró Mithra.
Arihman el demonio en la oscuridad rió entonces. Mithra hizo un gesto y Ahriman se desvaneció.
"Siempre se aparece, vaya fastidio" suspiró el deva. Jesús parecía abstraído.
"La Tierra me encanta pese a sus defectos...el Padre hizo bien decidiendo que fuese lugar del paraíso terrenal" observó entonces Jesús.
"¿Por qué quisiste ser normal y vivir con ellos?" preguntó Mithra. Jesús se encogió de hombros.
"Fué una experiencia interesante..." contestó.
Los dos pasearon entonces por océanos alborotados iluminados por la luz de la luna. Sobre Gades, Ta Gadeira, encantador conglomerado de islitas y canales, desde la altura, observaron las enormes naves; naves pesadas de hasta cien metros de longitud que bordeaban la Galia, llevaban a Britannia, las fronteras de Germania; y, más allá, conducían en naves más pequeñas hacia una tierra de cumbres nevadas y abruptos acantilados, poblada de indígenas un poco salvajes.
"Hay unos pueblos todavía algo salvajes y brutos en Irlanda, otros en Jutlandia" comentó Jesús..."y otros en Escandinavia; como por su libre albedrío estos dichosos romanos han decidido suicidarse, el Plan va desde hoy por otro lado; está visto que solamente los europeos me aceptan de verdad como Dios y, en donde decidí encarnarme, se pasarán toda la Historia discutiendo si me encarné o no, otro problema del libre albedrío; dejarían de ser Judíos si el Mesías apareciese aceptándolo ellos. Es un razonamiento consustancial a ellos. A lo mejor por ello decidió mi Padre que fuesen el pueblo escogido".
"Bueno, mis legionarios a lo mejor desaparecerán..." suspiró, algo cariacontecido, Mithra.
"Muchos los próximos milenios te adoran y seguirán adorando como Dios..." dijo Jesús. "Voluntad es de mi Padre, pero no en Europa".
Los dos se encontraban ahora en las fronteras de Germania, sobre el Rhin helado. Masas de seres humanos, de varios pueblos bárbaros, colapsaban los bordes de aquella lengua plateada que brillaba fantasmagóricamente en la noche azulada, antes de irse encauzando en gigantesco cuello de botella por dos calzadas aquel torrente multitudinario y aquella noche helada.
"¿El Imperio se salvará?" preguntó, tímidamente, Mithra. "Mis legionarios lo han defendido por cinco siglos".
"Les ayudaste a tratar de ser buenos chicos casi cinco siglos, ¿no?" objetó Jesús."Dependerá de ellos, los dos sabemos qué pasará desde la Eternidad...pero estuvieron casi cuatrocientos años matándo a mis seguidores".
Mithra se encogió de hombros.
"Pues piensa bien en el reproche, teniendo en cuenta que, al ritmo que tus seguidores se despedazan entre ellos, por poco desaparecieron estos últimos cien años".
"Los próximos cuatro mil años serán muy interesantes..." dijo, melancólico, Jesús.