lunes, 25 de agosto de 2008

SOBRE LAS FIGURAS DE MITHRA Y DE JESÚS (II)

IV. Dos Dioses sustancialmente diferentes.

El caos y la confusión en relación al Dios Mithra y su culto y sus, aseguran muchos, similitudes con el cristianismo, tiene sus orígenes en determinados aspectos relacionados con el nacimiento (humano) y la infancia, adolescencia y juventud (humana) de ambos Dioses.
Estos críticos, obviamente, olvidan la realidad de las religiones semíticas. Jesús es siempre sustancialmente semítico, nunca iranio. Jesús es un hombre que es, en la vida cotidiana, un rabbí, doctor de la Ley hebraica. Mithra es, en los inicios por el contrario, sustancialmente iranio.
Alguna mosca cojonera puede objetar, ciertamente, que la Fé judía enriqueció y desarrolló el concepto de Yahveh en función de otras influencias; y, en concreto, los judíos, en su exilio de Babilonia o de Nínive, podrían incorporar elementos religiosos orientales y mesopotámicos a su fé. Pues claro, un análisis racional de la evolución de la fé judía lo demuestra, mas en estas entradas se atiende exclusivamente a la figura histórica de Jesús según nos la transmiten los textos neotestamentarios considerados canónicos por todas las Iglesias (y no los apócrifos, específicamente los gnósticos, donde la figura de Jesús adquiere carácter en ocasiones de pequeño monstruíto).
Las fuentes sobre estos Cultos paganos desaparecidos son, evidentemente, escasas. Apenas sabemos datos de los ritos órficos o neopitagóricos. Desconocemos, en grandísima medida, los ritos eleusinos o de Elesusis. Ignoramos en grandísima medida el Culto Imperial romano, basado en el tradicional panteón romano y una compleja amalgama de religiones, y - sobre todo - sus características astrológicas.
Hasta que llegó, entre otras personalidades, Gore Vidal, excepcional novelista y escritor y redactó una obra maestra en muchos sentidos, Juliano el Apóstata, y un fragmento de su obra, la conversación de Juliano con el mago Máximo, desencadenó posteriormente el caos.
En nuestra actualidad tenemos para tratar de acercarnos a esa realidad pasada, de una parte, las evidencias arqueológicas, algunos textos propagandísticos cristianos. Y, sobre todo otro tipo de referencias; el conocimiento aproximado de antiguos cultos a través de un estudio comparado entre diversas religiones en su evolución histórica. Y, si algún día (aparte de los innumerables papiros egipcios conservados) se descubriesen bibliotecas en las zonas de la erupción del Vesubio, con obras específicas sobre religiones orientales, cuánto se avanzaría.

La religión pagana de Mithra alcanzó, desde sus inicios geográficamente fronterizos, extraordinaria relevancia. Éste culto nació, nos dice Grimal, como tal, sobre los límites del Ponto Euxino: en él se mezclaron cosmogonias de todas las religiones de Asia Menor (la actual Turquía), de una parte, las obvias influencias iranias o persas, e, inmediatamente después, había recibido los aportes de las religiones semíticas.
De esta manera, la teología Mithraica, en sus libros sagrados en época del Imperio, adquirió una extraordinaria riqueza conforme incorporaba elementos de diversas religiones que fueron adaptados a su culto.
La figura del Dios Hombre fué enriqueciéndose: si nació sobre una roca, al pié de una fuente, el día del Solsticio de Invierno, fecha de la Navidad cristiana posteriormente, y los pastorcillos vinieron, espontáneamente, a ofrecerle sus rebaños, nace de manera diferente a Jesús.
La figura de Mithra se aleja en todo a la de Jesús en demás cuestiones según conocemos a Jesús en los textos neotestamentarios, bien Mithra cosmogónicamente con una variante agraria y otra guerrera en su desarrollo.
Mithra era un Dios básicamente guerrero, un Dios encarnado también en Hombre que seguía la desmesura de la divinidad según las cosmogonías antiguas. Mithra, naturalmente, se romanizó. Jesús por el contrario según los textos neotestamentarios era un Hombre que, progresivamente, va demostrando su filiación divina a sus seguidores, un hombre Dios, en teoría siempre pacífico y siempre pacifista. Y si los cultos mithraicos eran sustancialmente minoritarios y tendían a ser secretos, los cultos cristianos tendían a ser conscientemente abiertos o públicos, como el mismo concepto de Ecclesia.
En el caso de la religión Mithraica - según se desarrollase en el Imperio romano - existe, para los arqueólogos, un detalle fascinante; los restos conservados y dispersos de su culto sobre el área del Imperio romano desaparecen, curiosamente, en...Grecia. Es un misterio histórico nunca resuelto.
A partir de ése carácter, Dios Guerrero desde un inicio, todo varía en el mito religioso consignado respecto a la realidad histórica consignada en los Evangelios. Y todo varía, además, en los restos subsistentes respecto a las evidencias arqueológicas y simbólicas que representaban a los seguidores de ambas religiones; el símbolo cristiano, por varios siglos, podría ser el críptico cuadrado mágico, bien el olivo, la palmera o el barco, y nunca la Cruz. La Cruz aparece en el siglo IV. El símbolo Mithraico, por el contrario, es bien explícito; Mithra se representa siempre con los rayos solares rodeando su cabeza, asimilado a otros Dioses del panteón helénico romano: o practicando en relieve el sacrificio del toro y, siendo tres bustos, flanqueado por dos que simbolizan a sus acompañantes, portadores de palmas.
Mithra es Dios de la desmesura, pues para ello es Dios en sentido antiguo. La desmesura, en los Dioses de la antiguedad, se puede aplicar bien en sentido cosmogónico, bien moral.
Mithra luchaba, primero nada menos que contra el Sol, y después contra el Toro, antes de surgir la vida sobre la Tierra. Mithra, mitológicamente hablando, se enfrentaba contra el más sagrado de los animales de la antiguedad, el Toro. El lenguaje alegórico explicaba que, al hundir el Dios su cuchillo en el cuello de la Bestia, la sangre que brotaba de ella fecundaba la tierra, por él crecían las plantas y de él venían todos los bienes que la humanidad disfrutaba.
En el Imperio romano, al penetrar éste culto progresivamente en la realidad de los ejércitos de legionarios, e imbricarse con ellos, Mithra adquirió, finalmente, aproximativamente hacia el siglo III d.d.C., el carácter público de Dios Sol o Sol Invencible.
Mithra simbolizaba virtudes divinizadas en los cultos paganos previos: era Dios de Justicia, Dios de Verdad, Dios de Virtud. Y una de las razones, sin duda, por las cuales los legionarios aceptaban progresivamente aquella Fé era también a causa de su orígen iranio. Los legionarios, es legítima hipótesis, pensaron sinceramente que conocer al enemigo secular era y es la mejor manera de dominarlo. El Imperio persa estuvo en guerra con Roma por siglos y siglos, hasta la invasión islámica en el siglo VII; uno, centrado ahora en Constantinopla, se colapsó perdiendo sus más bellas provincias y otro...desapareció.
Mas estamos en el siglo III d.d.C. Época de pluralidad religiosa y de intentos, por parte del estado, de unificar un preocupante caos religioso. Y, como toda religión, centrada en un Dios con apariencia de hombre, es decir, antropologizado, la figura de Mithra se convirtió en un referente a imitar por los seres humanos. Referente en sus bautizados como puente o enlace con la Eternidad.
Siendo enlace de los hombres, es decir, de las almas humanas con el más allá, su culto siendo minoritario y básicamente iniciático, se desarrollaba en torno a la figura de los elegidos. Nunca pretendieron ser Culto universalista, y ello también explicaría la simpatía y tolerancia de las autoridades hacia ellos. Y siendo culto sincrético, es decir, no pretendiendo encarnar verdades excluyentes de cara al exterior fueron finalmente bienvenidos por los mismos emperadores.
En la mitología religiosa del Mitraísmo existían el mundo de los espíritus buenos y malos, el Dios de los Buenos y el Dios de los malos en perpetua lucha. Existían el Inicio y el Fin de los tiempos y, en la lucha cósmica entre Bien y Mal, Mithra era en la tierra el Aliado de los hombres, es decir, de sus iniciados, hasta el día del Juicio final.
El bautismo Mithraico, sin embargo, nada tenía que ver con el bautismo semítico judío y basado en el agua. El mismo se relacionaba con la escena del Taurobolium o Sacrificio del Toro. Los Mithraea, posteriormente, incorporaron elementos del culto a la Madre de Todos los Dioses o Cibeles, en concreto el Sacrificio de los toros en la liturgia del Mitraísmo. El toro era degollado sobre un pequeño foso y su sangre regada sobre el fiel que se incorporaba a dicha religión.
Esto causaba siempre cierta aprensión y malestar en los seguidores de otras religiones y, naturalmente, en los espíritus exquisitos de entonces