miércoles, 20 de agosto de 2008

SPANIA (ESPAÑA) : SIGLOS VI Y VII (I).

Cuando un grupito de árabes, de cultura Siria y romano oriental, apoyados por contingentes mercenarios de unos bereberes apenas islamizados, cruzaron el Estrecho de Gibraltar a principios del siglo VIII, desembarcaban en un Reino con plena conciencia de sí (embarcado en recurrentes luchas internas) .
Muy poco después el primer ejército español de entonces (los visigodos, nos lo recuerdan grandes especialistas, se habían como grupo étnico diferenciado ya disuelto) fué aplastado en Guadalete, y el Rey Rodrigo desapareció.
El Rex de Hispania, Spania o España (más de mil trecientos años después España sigue con un Rex o Rey, quien es Jefe de Estado) falleció en aquella batalla. Desaparecida la Corona los duques españoles (dux era título hispanoromano, como en Inglaterra existieron Duxs en los siglos IV y V d.d.C.) y toda la nobleza , como los obispos de las ciudades, los descendientes de los linajes senatoriales hispanoromanos (orígen de apellidos españoles de hoy también, pues poseian inmensas clientelas en los siglos IV, V y VI) fueron, poco a poco, en el seno de un verdadero caos interno, aceptando el vasallaje a unos invasores minoritarios. Invasores que cuando llegaban a cada ciudad importante, utilizando las calzadas de siete siglos de antiguedad legadas por Roma, hablaban de tolerancia. Si los invadidos no eran tolerantes con ellos y no les abrían las puertas, el ejército invasor bloqueaba los accesos a las ciudades y saboteaba y destruía los acueductos para someterlos por hambre y por sed.

Pese a que, en apariencia, las autoridades musulmanes radicadas en Córdoba controlaban un Reino organizado administrativamente como el previo visigodo, cuyos habitantes abrumadoramente seguían el Derecho romano tardío, hablaban la lengua común heredada del Imperio en proceso de cambio creciente, seguían masivamente dos de las grandes religiones del Imperio romano, minorías judías, mayoría abrumadora ya de cristianos, un inmenso vacío geográfico administrativo fué creándose progresivamente (analizado por historiadores franceses) .
Y, consecuencia de ése vacío, las autoridades árabes invasoras controlarían de verdad solamente la que fué otrora riquísima provincia de la Bética, con su todavía subsistente, densa, y bien articulada red urbana. Y, en varios momentos de la Historia del Emirato y Califato, controlarían solamente el recinto de las murallas de Córdoba.
Los invasores tuvieron un pequeño incidente en Covadonga, y dicen algunos otros problemillas en lo que hoy son provincias vascongadas o Comunidad Autónoma vasca. Las Historias neonacionalistas y opiáceas han llegado, con posterioridad a estos momentos, a inventarse un Rey vasco que...nunca existió.
Los nuevos invasores temían, igualmente, al radicarse en Córdoba y no en Sevilla demasiado el poderío de los hispanoromanos de Toletum y de la metrópoli de Emérita Augusta.
Por eso muy posiblemente decidieron radicarse en Corduba, la relativamente importante, patricia y exquisitamente decadente ciudad cuyos habitantes, como los de Sevilla comprendida en el siglo V entre las diez ciudades más importantes del Imperio por Ausonio, no acababan de aceptar extranjeros ni modas extranjeras: ni habían aceptado del todo dos siglos antes ni a los visigodos ni a los bizantinos. Avanzado el siglo V, o en los inicios del siglo VI, los habitantes de la Bética podrían aceptar como romanos y compatriotas a los futuros bizantinos; lo hicieron, también, por ejemplo, los africanoromanos cuando se hundió el Reino vándalo. Pero cuando el hermano de S. Isidoro visita Constantinopla está en otra realidad diferente...
Y, desde ese primer chispazo, orígen de un primer Reino cristiano independiente, toda la península por dos siglos, primero bajo la dependencia del Imperio islámico y de los diminutos Emiratos y Califatos de Córdoba, por dos siglos al menos el espacio previo ocupado por una España unificada políticamente, antes de aquella invasión, devino en un caos.
Y, cuando desde ese instante de Covadonga se inició una línea directriz de la Historia española, esta línea se basaba en una Historia fecunda. Basada en una memoria fecunda, que con el paso de los siglos devino, es hoy, en un estado que puede desde aquellos acontecimientos, encabezados por Pelayo en Covadonga, asumir y subsumir su legitimidad por sucesivas agregaciones y desde entonces, por doce siglos y empiezan a ser trece, hasta hoy. Basado tanto en la inconsciente memoria colectiva de Roma (los usos y costumbres de todos nuestros antepasados por dos mil años legados por Roma) como en la posterior memoria de aquella Hispania independiente y unificada políticamente.

Como realidad administrativa se llamaba Hispania en el siglo I d.d.C. Se organizó, desde Roma, progresiva e internamente entre los últimos treinta años anteriores al nacimiento de Cristo y los primeros diez del siglo I d.d.C. Y, en época de Adriano, se vió en dos entradas, los representantes de las ciudades de las Tres Hispanias se reunían en un Concilium, como igualmente los habitantes de sus numerosísimas ciudades, dotadas de instituciones liberales y democráticas acordes a la época (no de hoy), votaban a sus regidores.
En el mismo decurso cronológico del Imperio también, por más de 400 años, el vocablo hispano pasaría de ser vocablo referido a habitantes de una realidad geográfica a enunciar casi casi una nueva realidad los últimos años del Imperio. Una nueva realidad cultural forjada en los siglos V, VI y VII, sobre la que se hablará en estas entradas.
No en vano, grandes especialistas sobre la antiguedad, tomando textos de entonces, trataron de enunciar características del carácter de los españoles de entonces, con numerosos rasgos comunes a los españoles de hoy. Desde los rasgos de actuación política y moral de una dinastía del Siglo de Oro del Imperio, la antonina, en el siglo II d.d.C.. Historiadores contemporáneos y de primerísima fila han estudiado hasta rasgos colectivos recurrentes del carácter de los habitantes del suelo penínsular ; bien en los momentos de los inicios de la romanización, durante el periodo de la Reconquista o bien en el siglo XX, como nos recuerda -entre otros - D. Claudio Sánchez Albornoz.
No hablemos de la consideración de tantos elementos comunes existentes entre los habitantes de las Españas, nos lo recuerda el Duc de Saint Simon en sus visitas a principios del siglo XVIII, como lo vieron tantos ingleses y franceses que la visitaron, bien en los siglos XVI y XVII, bien en el XIX.
Como realidad administrativa, centralizada políticamente como Reino en Toletum, sus habitantes la llamaban Spania en los inicios del siglo VIII d.d.C.
Casi ocho siglos con conciencia de sí sus habitantes, desde época de Augusto, y por 32 generaciones de seres humanos, es mucho tiempo.
Siendo el derecho plasmación de realidades previamente existentes que se suceden unas a otras, el estado visigótico desapareció e implosionó súbitamente. Mas desde ése instante los crecientemente importantes Reinos cristianos españoles tomaron, como modelo de referencia, el ideal (que no la realidad) de la Hispania perdida.
Y las Cortes de todos aquellos Reinos, aquellos primeros Parlamentos, en vertiente medieval, se consideraban siempre a sí mismas españolas.
España era, desde esos instantes de la desaparición del Reino visigodo, para ellos, un Todo indisoluble, en estado desaparecido ciertamente pero, sobre todo, una realidad a Restaurar según el modelo desaparecido en los inicios del siglo VIII.
El Reino se había edificado lentamente, y progresivamente, sobre el solar de la previa Hispania del Imperio romano, consecuencia de un complejo proceso que tuvo lugar entre los siglos V, VI y VII d.d.C.
¿Cuál fué la Historia de aquel primer estado unificado políticamente llamado España? ¿Cómo fueron aquellos primeros españoles independientes?