martes, 29 de mayo de 2007

ANOTACIONES LIBERALES: LA CUESTIÓN DE LAS RELIGIONES Y NUESTRAS DEMOCRACIAS (I)

I. Las religiones y nuestro Occidente.
Existe algo siempre muy evidente bien en la religión judía, bien judeocristiana y posteriormente en la historia cristiana (entendida, en éste caso último, inicialmente como catolicismo universal y sus posteriores disidencias) , las cuales, junto a la herencia helénicoromana y bárbara, son uno de los tres substratos últimos de la abrumadora mayor parte de nuestra actual civilización occidental.
a. De una parte, en lo que nos concierne a la masiva mayoría de los españoles, enculturados por nuestra parte en el catolicismo universal, la religión cristiana es una religión soteriológica, es decir, religión de sacrificio por ser religión de salvación. Generalizándose, crecientemente, una sociedad hedonista, evidentemente la práctica de la misma, como la interpretación de su mensaje, plantea interrogantes crecientes ante la aceleración de los cambios históricos y los cambios sociológicos y culturales dentro de las sociedades. Hasta 1978 los españoles vivíamos en un marco sociológico y cultural omnipresentemente católico. El abandono, por ejemplo, del nacional catolicismo en España creó un inmenso vacío : pues nuestra sociedad históricamente nunca supo construir una ética social entiéndase laica. Ya verán como, finalmente, la sociedad española no sabe hacerlo del todo, el camino será, al final, varias éticas coexistentes simultáneamente.
b. De otra parte, es también incuestionable que, en torno a la figura de Jesucristo, compartida en parte con los judíos quienes aún por cierto esperan su Mesías, compartimos un tronco de la globalizada (hablo como historiador ahora de una corriente histórica universal compartida) religión judeocristiana.
En nuestro caso es, en su variante católica y en muchas de sus posteriores disidencias históricas, una religión que también ha liberado progresivamente al ser humano, como a las sociedades, de innumerables supersticiones características de las previas religiones paganas.
II. Las religiones en el futuro de nuestro Occidente.

Una vez sentado esto sería preciso poder deslindar, desde ahora, dos cuestiones.
a. Primera, retomando la pregunta sobre el futuro de la religión, recordando aquel gran autor francés, éste afirmaba que el siglo XXI sería el siglo de las religiones o no lo sería; es decir, sería religioso o no lo sería. Este autor hablaba incuestionablemente de religiones, entendidas como tales, influenciando en los marcos sociológicos y culturales de interpretación de la realidad por sociedades e individuos.
b. Y en segundo lugar, la cuestión de la mutación actual que conocen nuestras democracias occidentales; democracias inicialmente precisamente creadas como consecuencia de un marco religioso previo. Democracias inicialmente confesionales, reinterpretando la herencia de la antiguedad, perfiladas sus normas de funcionamiento en época de las democracias censitarias y universalizadas más tarde, cuyos principios de funcionamiento, crecientemente, se alejan los últimos años del marco religioso entendido como adecuación de las normas de comportamiento social a los marcos teológicos de interpretación de la realidad característicos de las Iglesias.
En todo caso las religiones se dirigen, finalmente, a los seres humanos como tales: todos los seres humanos intuímos y sabemos, pues está incluído en nuestra naturaleza que, para entender el entorno hay siempre que creer previamente. Cuando aquí se habla de creencias se habla, finalmente, del sustento que subyace en el análisis de la realidad. La interpretación varía evidentemente sea una persona religiosamente creyente, agnóstica o atea.
Ahora bien, el problema que nos espera a los cristianos (sean practicantes o sencillamente sociológicamente cristianos) en el futuro es esencial en dos sentidos.
a. Uno, el sorprendente proceso de perdida de fieles de la religión católica en una serie de países, en beneficio de cultos evangélicos y protestantes, implica que el abusivo empleo de las estructuras en el análisis de la realidad por muchos católicos es erróneo con frecuencia. El mensaje religioso debe dirigirse al ser humano tal cual, resaltando en el mismo su dignidad intrínseca como hijo de Dios. Este concepto es esencial en los aspectos comunes de nuestras religiones, inicialmente compartida en su raíz: hunde finalmente su realidad en la idea de Yahveh en un texto veterotestamentario que considera a sus hijos como tuétanos prácticamente de sus huesos.
b. Dos, el abismo interior abierto en la historia de las sociedades humanas por la universalización de las religiones judías y cristiana desde época del Imperio romano implica, como característica de nuestra cultura común, que la Acción siempre es posterior a la Contemplación. Por cierto, todos olvidan que la religión judía fué una religión también proselitista en época del Imperio romano.
En el caso que nos atañe a los españoles, desde luego abrumadoramente católicos aún estadísticamente, es incuestionable que , para ser cristiano, cada vez más, al diluírse los criterios de coerción del estado para imponer dicha cosmovisión, hay que ser un poco místico en el siglo XXI en que hemos entrado. Igual acontece con todos los europeos. Mas el fondo del mensaje sigue siendo actual: desde la oración y contemplación previa a la acción siempre puede seguirse tratando de tranformar la realidad.
Sigo pensando que ésa es la originalidad de nuestro Yahveh compartido, pese a sus diferencias, entre Judíos y Cristianos en general. Unos judíos en el siglo I vieron a Jesús como el Mesías, otros siguen esperándolo aún. Luego surgió la discusión sobre si se abriría el mensaje de Salvación de Jesús a los gentiles, es decir, paganos: entonces nació la Iglesia católica universal.
Desde que Moisés bajó del monte Sinaí con las Tablas de la Ley y se encontró al pueblo adorando falsos dioses y al becerro del oro ha pasado mucho tiempo. El mundo, es decir, el ser humano, no ha cambiado tanto. La clave de todo siempre se encuentra en los corazones de las personas, por eso Yahveh entregó las tablas de la ley a Moisés y por eso, en nuestra infancia y en unos Colegios católicos, todos los españoles recitábamos ... los Diez mandamientos de la Ley de Dios.