lunes, 7 de mayo de 2007

ANOTACIONES LIBERALES (XXV). ISRAEL (II)


Miércoles 2 de Mayo.
La incongruencia de la posición iraní.

La problemática que supone por Irán convertir al pequeño estado de Israel en un chivo expiatorio de muchos males, en su específico conjunto geopolítico regional, al cual para colmo no pertenece Irán, sirve entre otros elementos propagandísticos en última instancia para camuflar otras dos realidades.
La primera, si Israel no existiese determinadas naciones musulmanas (no debe confundirse exclusivamente lo musulmán con lo árabe) hubiesen tenido que inventárselo. La oposición a Israel, desde su nacimiento, resulta ser el mejor tópico y cemento para aglutinar, de cara al exterior occidental, todas las contradicciones internas del mundo islámico. No en vano un fragmento de legítima europeidad, en supuesta tierra de la Umma, es intolerable para muchos musulmanes, como un estado plenamente democrático y secular en ella. Líbano, por otra parte, en este caso una democracia edificada en un complejo sistema de cuotas religiosas y tratos entre religiones, es un caso absolutamente singular y excepcional en el mundo de la Umma.
Los iraníes promovieron , no hace mucho, una conferencia internacional cuya finalidad última era mediáticamente negar el Holocausto. Negar el Holocausto por los iraníes, es decir el exterminio padecido por los judíos a manos de los nazis, no es baladí : pues negar la existencia esimplícitamente negar una de las causas que lleva a la decisión, por Naciones Unidas, de crear el estado de Israel: la existencia en el espacio y tiempo del Holocausto.
La segunda realidad es que, si bien los iraníes nunca son árabes, tienen una cabeza de puente en el Líbano a través de Hizbollah, como el flanco Sur de su nación gravita sobre la realidad de los emiratos del golfo pérsico y existe también una coincidencia religiosa entre el chiísmo iraní y el chiísmo de estas naciones del conjunto geopolítico donde se ubica Israel como del golfo pérsico. La caída tan jaleada por la izquierda occidental del Imperio iraní implicó, finalmente, efectos casi catastróficos: permitió, por ejemplo, la pérdida para Occidente de la muralla que suponían las fronteras de Irán con la entonces Unión soviética, favoreció la aventura expansionista de la Urss en Afganistán cuyas consecuencias aún se viven hoy indirectamente, posibilitó además la larga y extenuante guerra entre Irán e Irak, apoyado Irak por Occidente ciertamente entonces, como favoreció la expansión irakí en Kuwait, desencadenando la Primera guerra del golfo.
El mundo árabe (entiéndase musulmán), en contraste al Irán actual, no el Irán del Imperio que naufragó hace más de treinta años, evoluciona desde los últimos años en muchos aspectos positivamente y más de lo que creen muchos. No solamente evoluciona en la amplia franja parcialmente occidentalizada donde se ubica el pequeño estado de Israel abierta hacia el Mediterráneo oriental: también en el complejo lugar en que se entrecruzan la península arábiga, el golfo pérsico, Irak con una auténtica democracia en construcción, estas realidades frente al actual Irán.
Ahí está ubicada, en este nuevo escenario, la esplendorosa realidad de las llamadas "joyas del desierto": son esos pequeños estados que han creado esas realidades urbanas que desean ser también cosmopolitas desde su radical arabidad. Los ejemplos tan positivos como impresionantes, como demuestra alguna pequeña y emergente potencia , como de otras naciones allí ubicadas, no requieren ningún comentario. El sistemático deseo de cultivar tanto la excelencia como el cosmopolitismo, conservando también el orgullo por sus propias raíces, es el mejor antídoto al victimismo antioccidental. Es una política que preconizan, por ejemplo, pequeñas y grandes naciones simultáneamente. Siendo Irán un país de inmensos recursos y rico en todos los sentidos sorprende esta proclividad de sus dirigentes para desear crear problemas y no pensar en actuar acorde al ejemplo de estas pequeñas naciones.
Justificarse los iraníes a sí mismos, pese a estos ejemplos de naciones diminutas pero modélicas, contra el supuesto Imperialismo y contra el binomio Israel - Estados Unidos significa finalmente dos cosas: primero, un anacronismo en el exterior. Anacronismo visto que, con motivo de la invasión de Kuwait y de la primera guerra del golfo, todos los estados de la zona atemorizados se arrojaron en brazos de Estados Unidos y lo que sería un lugar vetado a la presencia de Occidente está adscrito a la protección de Occidente. Al fín y al cabo la mayor parte de las naciones musulmanas tienen excelentes relaciones con Estados Unidos. Y segundo, nos hace entrar en el típico fenómeno, de nuevo, del recurso al chivo expiatorio de cara al interior para cimentarse de nuevo un poder en regresión visto el fracaso de la hipotética apertura que trató de impulsarse dentro del mismo Irán hasta hace muy poco tiempo. Este es el aspecto más inquietante de una revolución como la peculiar revolución islámica iraní, sorprendente en tantos sentidos, mas cuyas claves internas, desde que se desencadenó, siguen vigentes hoy: el férreo control clerical sobre el poder temporal.
La posición iraní actual es en realidad intempestiva e incongruente. Quienes más han hecho por los palestinos fueron, paradójicamente, los europeos , como también en varios momentos los norteamericanos: los iraníes no desde luego. El fracaso del que pudo ser estado palestino ha sido, en grandísima medida, también responsabilidad de los mismos palestinos por desgracia. Mas las intenciones en este aspecto de la coyuntura de Irán son diferentes. El contencioso entre Israel y Palestina es un pretexto de imagen para los iraníes pues ambas realidades no caen bajo la órbita directa de Irán; sí su influencia a través del chiísmo de Hezbollah lindante en sus actuaciones terroristas directamente sobre las fronteras de Israel desde la martirizada nación del Líbano.
Siempre se olvida el hipotético enfrentamiento latente que subyace bajo la realidad de parte de las poblaciones árabes que son shíies, controladas por dirigentes sunníes, como finalmente el papel hegemónico que pretende el actual Irán revolucionario a su vez en su propio conjunto geopolítico. Esos temores, respecto a la hegemonía de Irán, ya existieron en los diversos estados colindantes: existieron en los años setenta respecto al programa de armamento legítimamente impulsado por las autoridades del Imperio iraní entonces (¡sus fronteras eran entonces colindantes a las del inmenso y extinto Imperio de los soviets!).
Más importante : parece olvidarse, siempre se olvida interesadamente, que cualquier aumento en el precio del barril del petróleo significa, inmediatamente, un aumento en los precios del barril en Occidente. Pero, se olvida esto, no exclusivamente por el aumento en el lugar de orígen del precio del petróleo sino, entre otros factores que confluyen, por la fiscalidad también edificada en torno al mismo en nuestras mismas naciones occidentales. Una nueva crísis, alentada desde Irán, provocaría finalmente un aumento del precio del petróleo inexorablemente y un posible riesgo para nuestras economías occidentales , siempre dependientes del mismo.