lunes, 28 de mayo de 2007

ANOTACIONES LIBERALES: UNA DULCE VICTORIA.

Los resultados electorales de las elecciones municipales (si bien no deberían extrapolarse, teniendo en cuenta que los temas discutidos en unas elecciones municipales no siempre deberían coincidir con los nacionales) celebradas en el ámbito nacional han significado, siempre, la evidencia que mantiene el Partido Popular como partido más votado de España.
Una discreta y dulce victoria en términos cuantitativos . Dulce victoria en primer lugar, vista la travesía del desierto que padeció el Partido Popular español, despojado de su mayoría absoluta en el gobierno nacional de Marzo de 2.004, los primeros años de esta legislatura: como las sistemáticas agresiones dialécticas que padeció desde el mismo poder estos años, empezando por las continuas conferencias de prensa de Pepiño Blanco.
Más dulce, aún, es la sensación ayer de muchísimos habitantes de una de las grandes capitales de España, Sevilla, en donde ayer se ha roto, positivamente, tanto el techo de voto anterior del Partido Popular y en dónde, pese a ganar incuestionablemente el Partido Popular, los representantes del mismo numéricamente por voluntad de la mayoría de los sevillanos encaran enfrente un gobierno municipal de carácter izquierdista y con determinados tintes radicales por la alianza PSOE - IU (en realidad PCE) y el simultáneo hundimiento, en el gobierno municipal, del Partido Andalucista. Cuestión siempre delicada además pues perjudica delicados equilibrios en el funcionamiento democrático municipal y beneficia el lenguaje frentepopulista radical de la pinza Psoe IU municipal.
Imputar, sin embargo, un posible techo electoral al candidato anterior del Partido Popular Raynaud en perjuicio del actual, Zoido, quien lo rebasa ahora, es en realidad una pequeña inexactitud. El minucioso y espléndido trabajo del equipo del candidato del partido ganador Zoido, junto con su misma figura, han posibilitado esta espléndida realidad numérica pese a no poder gobernar: mas las circunstancias políticas y sociológicas sevillanas eran distintas, hace cuatro años u ocho, que hoy mismo.
Lo más sorprendente de la noche electoral anterior fueron las declaraciones del alcalde saliente y eventualmente entrante Monteiserín quien deseaba algo así finalmente como que todos los sevillanos trabajasen para su partido, el PSOE. La gran frase tópica, de época del periodo tardío de la Restauración canovista, el grito dedicado a un gran político y cacique de entonces, grito de "¡Natalio, colocanos a tós!" aleteaba en la sorprendentemente eufórica sede del Psoe muchísimos años después con una diferencia esencial: estaba invertida en sus destinatarios y muchos sevillanos sentirían sin duda un frío inmenso al oírla en radio.
En época de la Restauración canovista los partidos no eran maquinarias de inmenso poder como lo son ahora. Uno de los defectos crecientes de nuestra democracia es la universalización de los partidos en la vida cotidiana y esto no existe en otros países como los Estados Unidos y de la misma Europa. Esta universalización deviene en problemática cuando un partido en concreto, ayudado por otro, puede tener la tentación totalitaria y progresivamente suplantar la administración.
Las aparentemente inocuas y eufóricas declaraciones de Monteiserín revisten algo más siniestro en su también aparente inconsciencia, pues no son en realidad exclusivamente fruto del subconsciente de dicho político. En un sistema democrático desarrollado los seres humanos y las personas, cualquier ciudadano digo como personas, nunca somos ganado (ni siquiera lo sabemos con frecuencia) bien al servicio de intereses de un partido político determinado o de sus terminales sindicales. Sobre todo cuando en Andalucía está naciendo un régimen determinado. Los políticos, en cualquier ámbito, están al servicio de los ciudadanos y no al revés.
Hay un límite en estas cuestiones y, algún día, se hablará de éste límite. Sobre todo cuando por la universalización de los partidos puede tenderse a suplantar la administración para aplicar directrices políticas. Distinto y siempre legítimo es utilizar la administración para asegurar legítimas políticas de partido votadas por los ciudadanos. Esto que antecede no es opinión gratuita sino, todo lo contrario, la defensa de una característica esencial en el funcionamiento de los sistemas democráticos. El autocontrol como el deseo de transparencia que demostró el partido Popular durante ocho años, en gobiernos nacionales, como en tantos municipales o autonómicos, en este tema tan sensible, ha sido siempre espléndido.