Una de las fallas de nuestra Historia Contemporánea española, los siglos XIX y XX, es precisamente la inestabilidad constitucional. Existe una constante histórica que vincula la grandeza y fortaleza de los pueblos con el respeto a las realidades constitucionales y a las reglas de juego que éstas permiten. Las Constituciones pueden mejorarse, profundizarse, pero nunca alterarse en sus principios básicos, encaminados a garantizar la convivencia dentro de los pueblos.
a. La problemática de nuestra inestabilidad constitucional.
Éste es uno de los riesgos de una situación histórica que vivimos los españoles hoy, cuando está en peligro y de facto quebrándose uno de los principios fundadores e indivisibles de nuestra Constitución de 1978: el sujeto único constituyente, la nación que es el pueblo español.
Como historiador siempre me hubiese gustado imaginar para nuestra Patria que hubiese existido, en el largo plazo de tiempo, una Constitución inalterada. En Estados Unidos , la Constitución de los padres fundadores sigue vigente, con sus obvias normas y actualización y enmiendas. Igual que en Inglaterra existió una Constitución basada en la costumbre. Al igual que en 1830 los belgas se dotaron de una Constitución implícitamente vigente hasta hoy.
En la historia de nuestra España, desgraciadamente, no ha ocurrido así. Incluso en lo que fueron Constituciones consensuadas ampliamente. Por ejemplo: los miembros del Partido progresista español, en la sorprendente revolución de 1840, enviaron al ilotismo a los monarquico constitucionales y liquidaron de facto la Constitución de consenso de 1837. Generaron la lógica ansia de revancha en los monarquico constitucionales que se manifestó en la Constitución posterior, hecha a su medida, años más tarde.
b. La Constitución de 1876.
La Constitución de 1876, tras el obvio y bochornoso proceso que llevó al naufragio de la I República española, permitió el desarrollo de uno de los sistemas democráticos más avanzados del mundo acorde a las circunstancias de entonces. Bajo su manto legal España conoció un periodo de despègue importante entre 1876 y 1900 como un auge impresionante entre 1900 y 1923. Base previa, pese a la suspensión provisional de la Constitución en 1923, que permitió los felices 20 españoles bajo la llamada dictablanda.
Mas estos principios fundadores de 1876 estaban implícitamente formulados ya en la década de los años 30, cuarenta años antes ; en realidad pertenecían a la cantera de ideas de los periodistas liberal conservadores o monárquico constitucionales, esos políticos periodistas que generaron, en el ámbito de los principios, nuestra primera democracia censitaria española, adaptada a los tiempos.
El artífice último de 1876 fué el gran intelectual, político e historiador Canovas del Castillo. Tanto Canovas del Castillo, monárquico, como el gran republicano previo Castelar, alababan el nuevo sistema, basado aparentemente en los principios de la democracia inglesa.
En 1898 , como consta en Archivo de Palacio, ya se planteó tras el shock causado por la pérdida de Cuba y de Filipinas un posible regeneracionismo en el ámbito político: mas ¿donde buscar las soluciones y los políticos?. Las soluciones debían siempre provenir desde dentro. Una de las soluciones sería encauzar dentro del sistema los legítimos deseos de las clases medias tradicionales a través del posterior regeneracionismo maurista.
A principios de los años 20 España conocía la plena libertad de prensa como un sistema democrático representativo entre los más avanzados del mundo. Existían muchos problemas ciertamente: el sistema era relativamente corrupto, como todos los entonces vigentes. Los políticos de los partidos políticos liberales democráticos de entonces por cierto no eran exactamente liberales como los conservadores rigurosamente conservadores.
Pero lo que falló entonces, en ese nudo de años entre 1921 y 1923, fueron dos cuestiones básicas:
primero, la voluntad consciente y decidida, por parte del crecientemente importante Psoe español, de integrarse de verdad en el sistema liberal democrático monárquico e involucrarse en un socialismo de carácter pequeño burgués y de realidades cotidianas y tangibles para la población más desfavorecida y no tan desfavorecida. Nunca quiso hacerlo finalmente. Igualmente falló la percepción sobre la problemática creciente que suscitaría el regionalismo.
c. Los sucesos de Ciudad Real y el Juicio a Sánchez Guerra.
Releía hace unos días un pequeño libro de mi bblioteca, una de estas joyas que siempre se pueden encontrar en librerías de segunda mano, el cual es inestimable. Describe el pronunciamiento y los sucesos tendentes a intentar restaurar la Constitución canovista y Liberal democrática de 1876, suspendida en 1923 inicialmente por un corto periodo transitorio de tiempo, por el General Primo de Rivera.
d. La Guerra Civil española.
En el proceso definitivo de naufragio de la República, que conduce al estallido de la Guerra Civil de 1936, hubo varias conspiraciones: desde una prevista "Dictadura republicana transitoria" que Azaña nunca quiso aplicar, pasando por un golpe del sector del ejercito detenido en una logia, como nos recuerda Sánchez Albornoz, hasta el llamado proceso del 18 de Julio. Si un alzado como Queipo, purgado por Primo de Rivera por ser general de ideología republicana, quería inicialmente salvar la República frente al neonacionalismo disgregador y el bolchevismo, algunos de quienes colaboraron en ése proceso también pretendían la restauración de la Constitución de 1876.
Lo más fascinante en un análisis hemerográfico de aquellos primeros momentos se encuentra en la misma prensa. En esos instantes iniciales, consolidada Sevilla como capital del "alzamiento", en medio de un absoluto desconcierto, nadie sabía muy bien qué era en última instancia lo que se estaba defendiendo o bien qué nuevo sistema se quería crear. Se trata de opinión publicada y naturalmente sometida a censura de prensa. Eso sí, se llamaba desde la prensa siempre a evitar los excesos contra los llamados "rojos" pues en realidad ellos mismos se llamaban así y deseaban una España que iba a ser "roja": mañana se hablará de ello. Por eso los autodenominados rojos, cuando pudieron integrarse en el sistema liberal democrático monárquico, siempre rechazaron el marco político derivado de la Constitución de 1876.
a. La problemática de nuestra inestabilidad constitucional.
Éste es uno de los riesgos de una situación histórica que vivimos los españoles hoy, cuando está en peligro y de facto quebrándose uno de los principios fundadores e indivisibles de nuestra Constitución de 1978: el sujeto único constituyente, la nación que es el pueblo español.
Como historiador siempre me hubiese gustado imaginar para nuestra Patria que hubiese existido, en el largo plazo de tiempo, una Constitución inalterada. En Estados Unidos , la Constitución de los padres fundadores sigue vigente, con sus obvias normas y actualización y enmiendas. Igual que en Inglaterra existió una Constitución basada en la costumbre. Al igual que en 1830 los belgas se dotaron de una Constitución implícitamente vigente hasta hoy.
En la historia de nuestra España, desgraciadamente, no ha ocurrido así. Incluso en lo que fueron Constituciones consensuadas ampliamente. Por ejemplo: los miembros del Partido progresista español, en la sorprendente revolución de 1840, enviaron al ilotismo a los monarquico constitucionales y liquidaron de facto la Constitución de consenso de 1837. Generaron la lógica ansia de revancha en los monarquico constitucionales que se manifestó en la Constitución posterior, hecha a su medida, años más tarde.
b. La Constitución de 1876.
La Constitución de 1876, tras el obvio y bochornoso proceso que llevó al naufragio de la I República española, permitió el desarrollo de uno de los sistemas democráticos más avanzados del mundo acorde a las circunstancias de entonces. Bajo su manto legal España conoció un periodo de despègue importante entre 1876 y 1900 como un auge impresionante entre 1900 y 1923. Base previa, pese a la suspensión provisional de la Constitución en 1923, que permitió los felices 20 españoles bajo la llamada dictablanda.
Mas estos principios fundadores de 1876 estaban implícitamente formulados ya en la década de los años 30, cuarenta años antes ; en realidad pertenecían a la cantera de ideas de los periodistas liberal conservadores o monárquico constitucionales, esos políticos periodistas que generaron, en el ámbito de los principios, nuestra primera democracia censitaria española, adaptada a los tiempos.
El artífice último de 1876 fué el gran intelectual, político e historiador Canovas del Castillo. Tanto Canovas del Castillo, monárquico, como el gran republicano previo Castelar, alababan el nuevo sistema, basado aparentemente en los principios de la democracia inglesa.
En 1898 , como consta en Archivo de Palacio, ya se planteó tras el shock causado por la pérdida de Cuba y de Filipinas un posible regeneracionismo en el ámbito político: mas ¿donde buscar las soluciones y los políticos?. Las soluciones debían siempre provenir desde dentro. Una de las soluciones sería encauzar dentro del sistema los legítimos deseos de las clases medias tradicionales a través del posterior regeneracionismo maurista.
A principios de los años 20 España conocía la plena libertad de prensa como un sistema democrático representativo entre los más avanzados del mundo. Existían muchos problemas ciertamente: el sistema era relativamente corrupto, como todos los entonces vigentes. Los políticos de los partidos políticos liberales democráticos de entonces por cierto no eran exactamente liberales como los conservadores rigurosamente conservadores.
Pero lo que falló entonces, en ese nudo de años entre 1921 y 1923, fueron dos cuestiones básicas:
primero, la voluntad consciente y decidida, por parte del crecientemente importante Psoe español, de integrarse de verdad en el sistema liberal democrático monárquico e involucrarse en un socialismo de carácter pequeño burgués y de realidades cotidianas y tangibles para la población más desfavorecida y no tan desfavorecida. Nunca quiso hacerlo finalmente. Igualmente falló la percepción sobre la problemática creciente que suscitaría el regionalismo.
c. Los sucesos de Ciudad Real y el Juicio a Sánchez Guerra.
Releía hace unos días un pequeño libro de mi bblioteca, una de estas joyas que siempre se pueden encontrar en librerías de segunda mano, el cual es inestimable. Describe el pronunciamiento y los sucesos tendentes a intentar restaurar la Constitución canovista y Liberal democrática de 1876, suspendida en 1923 inicialmente por un corto periodo transitorio de tiempo, por el General Primo de Rivera.
d. La Guerra Civil española.
En el proceso definitivo de naufragio de la República, que conduce al estallido de la Guerra Civil de 1936, hubo varias conspiraciones: desde una prevista "Dictadura republicana transitoria" que Azaña nunca quiso aplicar, pasando por un golpe del sector del ejercito detenido en una logia, como nos recuerda Sánchez Albornoz, hasta el llamado proceso del 18 de Julio. Si un alzado como Queipo, purgado por Primo de Rivera por ser general de ideología republicana, quería inicialmente salvar la República frente al neonacionalismo disgregador y el bolchevismo, algunos de quienes colaboraron en ése proceso también pretendían la restauración de la Constitución de 1876.
Lo más fascinante en un análisis hemerográfico de aquellos primeros momentos se encuentra en la misma prensa. En esos instantes iniciales, consolidada Sevilla como capital del "alzamiento", en medio de un absoluto desconcierto, nadie sabía muy bien qué era en última instancia lo que se estaba defendiendo o bien qué nuevo sistema se quería crear. Se trata de opinión publicada y naturalmente sometida a censura de prensa. Eso sí, se llamaba desde la prensa siempre a evitar los excesos contra los llamados "rojos" pues en realidad ellos mismos se llamaban así y deseaban una España que iba a ser "roja": mañana se hablará de ello. Por eso los autodenominados rojos, cuando pudieron integrarse en el sistema liberal democrático monárquico, siempre rechazaron el marco político derivado de la Constitución de 1876.