lunes, 23 de abril de 2007

ANOTACIONES LIBERALES (XVI): EN RECUERDO DE BORIS YELTSIN.

Boris Yeltsin, en una época comunista disciplinado, fué designado para arrasar el lugar donde fueron, muchos años atrás, masacrados los miembros de una familia, la familia Imperial rusa. Familia hoy beatificada por la Iglesia ortodoxa. Lugar que simbolizaba el preludio del genocidio de tantos millones y millones de seres humanos inocentes. Cabe pensar que nunca imaginó Yeltsin, esa jornada, que un día sería votado por el pueblo democráticamente como Presidente de todos los rusos. Yeltsin triunfó paradójicamente siempre, un triunfo a medias, a través de todos los fracasos a él no imputables. Ningún político occidental aceptaría la carga que se impuso a sí mismo, ni gobernar en sus circunstancias. Adorado por su pueblo incialmente, tuvo que encarar tanto la definitiva implosión del sistema comunista en Rusia y el intento de reconvertir su cultura y sociedad hacia la democracia, como resolver el drama de su economía ineficaz y obsoleta en bancarrota hacia la economía de mercado, mientras naufragaba la Perestroika.
Yeltsin, siendo miembro del partido, se enfrentó sólo al Partido Comunista en Moscú. Yeltsin, casi solo, en un gesto mediático sin precedentes, paralizó el golpe de estado neocomunista, subido en un tanque. Yeltsin, votado por el pueblo, bombardeó un parlamento no votado por el pueblo y evitó se reeditase la historia y al revés: cuando Lenin mandó los comisarios políticos bolcheviques a cerrar la Asamblea elegida democráticamente pues los bolcheviques, llamados a sí mismos mayoría, encarnaron siempre una minoría.
El recuerdo de aquella Rusia anterior al comunismo desaparecida, conservada en los fondos documentales a través de las fotografías en color prerevolucionarias de Andreiev , resucitada en las maravillosas películas de Milhaikov, seguramente siempre siguió a Yeltsin.
Dijo Alexis de Tocqueville que un día existirían dos potencias en el mundo, los Estados Unidos de América y Rusia. Profecía fallida: nunca tuvo en cuenta el comunismo.
La izquierda ha borrado muchos hechos históricos. La memoria de la segunda potencia económica del mundo en 1914, de uno de los países más industrializados aquellos años, del socialismo zarista que protegía a los trabajadores siguiendo las prácticas del laborismo inglés, de su potencia cultural, de la herencia liberal constitucional democrática y de las Doumas: son imágenes que siempre permanecerían en la mente de Yeltsin como de muchos rusos.
Yeltsin quiso encarnar, en sí mismo, la restauración de un liberalismo tradicional de acuerdo con el espíritu ruso. Primer liberal de Rusia lo definieron y se autodefinió implícitamente. Un liberalismo lleno de respeto a la sociedad y al pueblo, imbricado con el pueblo, como fiel a sus raíces también religiosas. Fué hombre salido del pueblo y para el pueblo. Tuvo todo el poder y renunció a él. Pero sobre todo, muchos olvidarán esto desde mañana, su figura y su política es esencial para evitar dos cuestiones : una larguísima guerra civil interna a la salida del comunismo, como una balcanización reconducida casi exitosamente, excepto en algunos lugares dramáticos, de la inmensa geografía rusa. Su testamento político, al retirarse, su discurso dirigido a todo el pueblo, es el de un gran hombre. Silencio y respeto. Su salud quedó destrozada en el camino.
Descanse en paz Boris Yeltsin, primer Presidente de la renacida democracia rusa desaparecida desde 1917.